Por: Juan Luis Castro. Diputado de la República
Todos los gobiernos han tenido en sus prioridades dar solución a las problemáticas de salud que afectan a nuestra población, no solo en términos sanitarios, sino que también de aquellas que surgen desde el propio modelo.
Las listas de espera tienen al sistema en un estado de tensión crónica, que deja en evidencia su incapacidad -en términos económicos y profesionales- para absorber los requerimientos cada vez más específicos de las prestaciones. Asimismo ha llevado al límite el esfuerzo que el personal de la salud debe realizar para cumplir con la demanda.
Por eso resulta inaceptable que mientras la gran mayoría del personal lucha para entregar la mejor atención posible, unos pocos se den licencia para sacar arbitrariamente a las personas de las listas de espera, prescribiendo un destino incierto para miles de casos de alta complejidad clínica y que para muchos significará una sentencia de muerte. Lo anterior con el frio propósito de cobrar los incentivos económicos que el propio sistema ofrece para borrar la evidencia de su incapacidad.
Mención especial para las irregularidades en la asignación de contratos a sociedades médicas externas para la atención de patologías que requerían atención especializada, lo que finalmente se tradujo en séquito de impostores cobrando sumas millonarias sin dar la más mínima solución respecto de lo contratado.
Estas faltas a la probidad y a la ética profesional quedaron de manifiesto en el Hospital San José. Y también forman parte de la investigación que mantiene ocupada a la Fiscalía de O´Higgins respecto del Hospital Regional y que por cierto, guiarán la investigación de la comisión investigadora de la Cámara de Diputados.
Esta grave situación, se suma a otros tantos síntomas que comprueban que el sistema está enfermo. Estamos tan ocupados resolviendo parcialidades que no tenemos tiempo para conocer de alternativas, de ver que dice la experiencia comparada, para enterarnos del por qué de este continuismo.
Es, a mí parecer, un momento oportuno para plantear un diagnóstico completo al modelo, para cuestionarnos si viajamos en la dirección correcta, para preguntarnos si es así como queremos que sea la salud en Chile. Un momento preciso para diseñar cambios que permitan aliviar a los centros hospitalarios, para evaluar cómo integramos a más especialistas sin que esto signifique una sangría económica, para entregar mayor poder resolutivo a la salud primaria.
En definitiva, como hacemos de este un sistema justo, correcto, un modelo centrado en las personas, que sea verdaderamente capaz de velar por los derechos de quienes no tienen más opción que poner su vida a disposición de la salud pública.
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