Por: Pablo Gutiérrez Vásquez. Abogado, Magister en Derecho Regulatorio y ex- Jefe de Relaciones Institucionales de la Superintendencia del Medioambiente
La promesa fundamental de la próxima administración del país, se vincula con el crecimiento y generación de empleo. Frases como “acelerador” o “trabas” a la inversión, se repiten constantemente. Sin embargo, las lecciones del pasado deben ser consideradas y no descuidar la sustentabilidad medioambiental o social, lo ha recordado por estos días el gerente de Barrick Chile.
Desde este punto de vista, conviene mirar detenidamente el horizonte del cumplimiento regulatorio. ¿Que nos depara el futuro?
Si pudiéramos proyectar “generacionalmente” la evolución en el cumplimiento de la regulación medioambiental, existen tres etapas claras. La primera, una “clásica”, donde la conducta del regulado es más bien débil, con brechas relevantes y donde la envergadura del incumplimiento no es tomado en su verdadera dimensión.
Una segunda etapa, denominada 2.0, donde la interacción entre regulados y fiscalizador se realizara a través de herramientas remotas, mejorando sustantivamente el cumplimiento y la oportunidad de control sobre el mismo.
Finalmente, una tercera etapa, el autocumplimiento regulatorio o compliance ambiental, que no sólo se corresponde con la creación de procesos orientados al cumplimiento, sino además como reseña la ISO 19600,“(…) a la ética y las expectativas de la comunidad en general”. La plena eficacia de esta generación pasa por el valor regulatorio del mismo, vale decir, la certificación por parte de la autoridad, a través de las Entidades Técnicas de Certificación Ambiental.
Resulta urgente poner en marcha esta “licencia social”, para generar mayores certidumbres con relación a las conductas de los proyectos productivos y abonar a una adecuada sustentabilidad medioambiental y social que la ciudadanía nos demanda.
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