Por: Marco A. Zúñiga, Director Ejecutivo de la Asociación de Empresas Chilenas de Tecnología y José Rodríguez, Gerente General JR Consultores, empresa socia de Chiletec
Entre múltiples desafíos que el cambio de la Transformación Digital conlleva, existe una preocupación internacional respecto al pago de impuestos por parte de las empresas y los actores que participan en los modelos de negocios “digitales”.
En muchos casos -a diferencia de los modelos físicos tradicionales- la infraestructura tecnológica reside en un país especifico, de esta forma la empresa que presta el servicio, factura en otro y los clientes en otro. Aparecen indefiniciones cuando cada uno de estos países tiene su propia normativa tributaria, instituciones diferentes y diversas formas de operar y fiscalizar. Y en especial, distintas formas de ver el impacto y alcance de los servicios digitales.
Afortunadamente, al menos para los servicios digitales transfronterizos, la norma general es que no se aplican aranceles, política que Chile adhiere y además defiende en los diversos acuerdos internacionales en los cuales participa.
Las problemáticas específicas surgen en términos de dónde (en qué país) debe tributar un servicio, qué tributos aplican, riesgos potenciales de doble tributación y la dificultad en la fiscalización del cumplimiento tributario.
Si bien el gobierno y la opinión pública en Chile se han enfocado mucho en UBER, Netflix Spotify, Airbnb y plataformas más bien orientadas a consumidores finales, se requiere una discusión país respecto a los servicios digitales en su conjunto.
Necesitamos un marco de definiciones claro, con una legislación adecuada que no afecte a los consumidores y a las empresas. Y en particular, que ayude al desarrollo de nuestra comunidad de empresas y emprendedores tecnológicos. En definitiva, que responda a las necesidades de todos los que conforman el ecosistema de la “Economía Digital”.
Esta discusión nos ofrece una interesante oportunidad para poner en la agenda algunos temas que afectan nuestra competitividad. Ya sea por incerteza jurídica respecto de algunas situaciones, por desventajas tributarias respecto de competidores extranjeros y riesgos de doble tributación al exportar nuestros servicios, podemos caer en una trampa que hipoteque por un lado el futuro de nuestra economía de servicios digitales creados desde Chile, o también dificultar el acceso a herramientas de productividad que pueden tener un alto impacto para las organizaciones de nuestro país.
Lo primero es comprender que -al igual que en el mundo físico-, los marcos tributarios en la Economía Digital no pueden poner en el mismo espacio a actores con diversos modelos de negocio. Por ejemplo, es muy distinto un proveedor de servicios de entretenimiento en la red, que un proveedor de servicios de contabilidad, una tienda virtual que ofrece despacho de bienes a domicilio o hacer reserva de una habitación o arriendo de un auto a través de la red. Al igual como existen impuestos específicos en la economía tradicional al tabaco, la harina, el alcohol o incluso por tipo de cliente, en el mundo digital sí tiene sentido pensar en modelos específicos de tributos por tipo de servicio o segmento de mercado que atiende.
No realizar estas distinciones, haciendo por ejemplo comparables la provisión de servicios de entretención en línea (juegos o video en demanda) para consumidores, considerándolos iguales que servicios de ofimática o aplicaciones financieras, sería un error grave, al no comprender que la aplicación de tributos a las herramientas de productividad sólo hará que nuestras empresas, especialmente las más pequeñas, les sea más difícil acceder a herramientas que tienen directo impacto sobre su competitividad.
Algunos podrán decir que como representantes de la industria TI no estamos haciendo nuestra tarea al hacer este tipo de recomendaciones, al no proteger los intereses de empresas locales que puedan desarrollar ese tipo de plataformas mediante el proteccionismo tributario. La realidad es que reconocemos que hay espacios en la Economía Digital en los cuales como país y nuestra industria ya no logró ni el posicionamiento ni generar capacidades de competencia. Sería un error estratégico dar “peleas” que ya no fueron. El punto es identificar espacios de oportunidad que nos generen reales ventajas competitivas, ya sea como usuarios, como integradores o como proveedores de servicios en la Economía Digital.
Por ello, nuestra recomendación es que antes de discutir tributos en forma aislada o motivados por situaciones puntuales, discutamos cuál es el modelo de Economía Digital que queremos, cuáles son los incentivos adecuados para cada actor y que beneficien a país como un todo, y de esa forma, identificar las herramientas tributarias que aplicar. El no hacerlo en una mirada de ecosistema, aplicando solamente criterios econométricos o de ingeniería financiera, puede ser un daño difícil de revertir para nuestro futuro digital.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.