Por: Manuel Baquedano M. Sociólogo de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica). Fundador del Instituto de Ecología Política
Frecuentemente nos preguntamos qué podemos hacer nosotros frente al cambio climático, qué rol vamos a adoptar ante un problema que es de enorme magnitud y que nos supera.
Partimos del supuesto de que los lectores de este artículo están interesados en el problema y quieren, por lo tanto, hacer algo pero no saben bien qué ni por dónde comenzar. Este asunto no es menor, pues Raül Sohr en su libro “Desastres: Guía para sobrevivir”, nos advierte que, según una encuesta realizada en Italia, frente a situaciones de desastre entre el 10 y el 15 por ciento de las personas mantienen la calma; alrededor del 70 por ciento de las personas pierden el control y el restante 10 o 15 por ciento no sólo pierde el control sino que también se paraliza y contribuye a empeorar la situación.
Entonces, en primer lugar, frente al cambio climático y sus consecuencias, debemos tomar en serio la situación y ubicarnos en uno de los tres escenarios climáticos que hemos descrito con anterioridad.
Si optamos por el escenario oficial, el de ONU y el Acuerdo de París sobre el clima, deberemos confiar en el establishment político, económico y cultural actual y tratar de incidir con nuestras acciones sobre aquellos que conducen los destinos del Planeta para que se den cuenta de la situación y coloquen a la supervivencia de la humanidad por encima del crecimiento económico. En este caso, se trataría de exigir mayor protección de la naturaleza y mejoras en la equidad social para seguir creciendo pero con sustentabilidad, igualdad y equidad de género, entre otras demandas. Como ya lo hemos señalado, una parte de la comunidad científica le otorga a este escenario muy pocas probabilidades de éxito pues la meta de limitar el aumento de la temperatura a dos grados choca con la falta de voluntad política y económica. Desde nuestro punto de vista, este escenario es un buen punto de partida para evaluar y reconsiderar otra alternativa como puede ser la vía de la simplicidad.
En segundo lugar se encuentra el escenario de “Sálvese quien pueda” que sigue creyendo en la sociedad de consumo actual y piensa que la solución será de índole personal y tecnológica. Es común, en este punto, escuchar la siguiente frase: “Ya se encontrará alguna tecnología para enfrentar el cambio climático y si esto no es posible, habrá que poseer suficientemente dinero para construirse un bunker y/o asegurarse un pasaje rumbo al espacio, Marte o cualquier otro planeta”. No nos vamos a detener en este escenario pues será para los ultra ricos. A lo sumo, será la opción de unas 200 mil personas entre los 8.300 millones de seres humanos que habitan el Planeta.
Finalmente, en tercer lugar, lo más probable es que debamos prepararnos para el colapso civilizatorio que, como ya señalamos, no se refiere al fin del Planeta sino que da cuenta del fin de una civilización con un determinado orden económico, político y cultural. En este punto es cuando hace falta retomar la vía de la simplicidad propuesta por el académico australiano Ted Trainer para prefigurar desde ahora las acciones, los espacios, las organizaciones, las políticas públicas locales y los modos de vida que, alejándose progresivamente la sociedad de consumo, serán los gérmenes de una nueva forma de vivir.
Lo cierto es que estas nuevas prácticas están al alcance de cualquier ciudadano. Comenzar a transitar la vía de la simplicidad es, en definitiva, cultivar un huerto en casa o con vecinos, producir nuestra propia electricidad con energías renovables, abandonar el auto y andar en bicicleta, reparar la ropa y los artefactos o consumir productos producidos localmente. En un plano comunitario, podemos participar de cooperativas, asociaciones vecinales y municipales que nos permitan prepararnos, tanto a nosotros como a nuestro núcleo familiar, para afrontar los inciertos tiempos que están por venir.
¿Podemos terminar con la civilización industrial y la sociedad de consumo al ignorarla y no cooperar con su mantenimiento? Creemos que, por la sola voluntad humana, no es posible pero que, como sucede con el clima, el proceso de cambio ya ha sido desatado. Hoy por hoy, nos queda la opción de recuperar habilidades prácticas y comenzar a prepararnos para sobrevivir a los desastres naturales y sociales que se avecinan. Adoptar desde ahora la vía de la simplicidad es el primer paso para asegurar la resiliencia ecosocial, es decir, la capacidad de los seres humanos, las comunidades y los ecosistemas para enfrentar con éxito los eventos imprevistos.
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