Por: Víctor Bórquez Núñez. Periodista y Escritor
No es un dato menor que, al final de los créditos de esta notable película de animación, aparezca una frase de Stan Lee, la recién fallecida leyenda de los cómics (y creador del Hombre Araña), porque todo el filme constituye un tributo a lo que fue su credo: dentro de cualquier persona que cometa un acto de bondad, existe un pequeño héroe. O sea, como se comenta en varias oportunidades en esta película, todos pueden ser El Hombre Araña, porque algo de él escondemos en todos nosotros.
Con ese predicamento, este trabajo audiovisual resulta uno de los más estimulantes de todo el año, en su mezcla de respeto y atrevimiento respecto de la leyenda de Peter Parker, su mordedura de araña radioactiva y su conversión en justiciero trepador.
Lo que además tiene claro este filme es que está presentando un “universo renovado”, un superhéroe adaptado para la generación de niños de hoy, que manejan nuevos temas, nuevos escenarios tecnológicos y una sensibilidad diferente a la de hace catorce años, tiempo que media entre el notable trabajo que dirigió Sam Raimi la muy aplaudida ‘Spider-Man 2’ –para muchos, la mejor adaptación de las aventuras del trepamuros- y ésta.
Y la buena noticia es que esta versión resulta una película impecable, sin objeciones, que se da el lujo de parodiar y homenajear de igual manera a toda la saga filmada de este personaje, mejorando incluso el pulso y dejando la vara demasiado alto para todo lo que se anuncia como secuela o nuevas adaptaciones.
En esta ocasión, partimos conociendo a Miles Morales, un joven afroamericano que adquiere poderes impensados tras ser mordido por una araña. Esto lo obliga a asumir una doble identidad (tema favorito de cualquier cómic), oscilando entre su familia, la rutina del nuevo colegio donde ganó una beca y su labor como aprendiz de superhéroe. Inesperadamente se encuentra con nada menos que Peter Parker y ambos tendrán que hacer equipo con los Hombre Araña de distintos universos, llegados a la fuerza de un siniestro experimento, tratando de frenar la destrucción de los mundos en que cada uno de ellos habita.
Más que sucesora digna de la versión clásica de 2004, este ‘Spider-Man: Un nuevo universo’ alcanza la maestría en su género y se alza como uno de los filmes de superhéroes más plenos de los que creado Hollywood en un momento en que abundan películas de todos los gustos y calidades, teniendo cada una de ellas que ganarse el favor de los fans y convencer a los que no están convencidos respecto del valor que tienen estos héroes en la pantalla grande.
Este brillante debut en conjunto de Bob Persichetti y Peter Ramsey, directores de este filme, tiene el mérito de entregar algo verdaderamente diferente, sobre todo en un mercado más que saturado de héroes y heroínas, entregando un viaje electrizante con evidentes virtudes técnicas y narrativas.
Combinando técnicas de la antigua escuela del cómic (el bidimensional) junto con el esplendor del 3D, sobresale en este “Spider-Man: Un nuevo universo” el gran cariño que se evidencia en cada plano de la película, cariño y a la vez respeto por un trabajo que ha significado muchísimas horas de trabajo.
De este modo, este filme se convierte en un vehículo de gran virtuosismo visual, poseedor de un ritmo cinematográfico y a la vez un respetuoso codificador de las claves del cómic al ser trasladado a la pantalla grande, tarea que los directores, veteranos de la industria animada, logran a la perfección porque tienen devoción por el material original, respeto por el legado de Stan Lee y mucha cuota de irreverencia al mezclar de manera juguetona a muchos héroes de la saga arácnida.
Y a nivel de identificación, el público adulto tendremos podrá reflejarse en Peter Parker adulto y desencantado, mientras que la nueva generación de espectadores tendrán en Miles Morales -verdadera estrella de la función- a su alter ego.
En síntesis: por encima de los prodigios audiovisuales y un guion calculado, lo más loable de toda esta historia es que “Spider-Man: Un nuevo universo” demuestra que su valor indiscutido es su tremenda capacidad para enamorarse y enamorarnos de un estilo, de unos personajes y de unas aventuras que hacen pensar que cada uno puede ser un superhéroe. Y eso en estos tiempos es toda una declaración de principios. Muy buena.
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