Por: Katherine López A. Rectora de la Universidad de Aconcagua
Una de las mayores desigualdades que enfrentamos en nuestro país es de carácter territorial. Son demasiadas las decisiones sobre aspectos importantes para la gente de comunas y regiones que se toman de manera centralizada. Las oportunidades de las personas están condicionadas por el lugar geográfico en el que viven.
Por lo mismo, uno de nuestros desafíos más urgentes es abrir a todos los ciudadanos y ciudadanas a los beneficios del progreso, lo que nos exige avanzar en una gradual pero efectiva descentralización y en un nuevo trato con las regiones que permita aprovechar al máximo sus potencialidades subutilizadas y cerrar las grandes brechas de bienestar entre territorios de un mismo país.
Afortunadamente este escenario se encuentra en proceso de cambio. Tal vez no al punto ideal, pero lo cierto es que por primera vez se avizora un horizonte más prometedor gracias a las reformas aprobadas el año 2017 las que pronto comenzarán a implementarse con la elección de Gobernadores Regionales definida para octubre de 2020, y con el traspaso de nuevas competencias a comunas y regiones, en proceso de cumplir con un mejor financiamiento del desarrollo local y regional.
Chile está entonces a las puertas de vivir un proceso de descentralización inédito en su historia, en el cual -estimo- nos jugamos buena parte del éxito de nuestro futuro como país. Todos somos importantes en esta tarea, porque este es un compromiso país que requiere del aporte de la empresa privada, de las organizaciones sociales, sistema educativo en todos sus niveles y de la comunidad en general.
Las universidades, especialmente aquellas de ubicación y vocación regional, tenemos la gran responsabilidad de asumir este desafío, enriqueciéndolo con nuestro pensamiento crítico, con la formación de capital humano calificado, con conocimientos y destrezas globalmente competitivas a la vez que pertinentes a las necesidades regionales, con la detección de las fortalezas y debilidades de cada región, la capacidad de aportar al pensamiento estratégico territorial y de producir investigación aplicada y contextualizada a las oportunidades y problemáticas del desarrollo de nuestro entorno.
Mediante estas y otras contribuciones nuestras universidades tienen la oportunidad de aportar al progreso y bienestar social de las comunidades y territorios en los que estamos insertas y a cuyo desarrollo nos debemos, añadiendo significado, sentido y valor a nuestra producción académica, a la propia descentralización y al desarrollo general de nuestro país.
Chile necesita de sus regiones para avanzar a su máximo potencial. Por eso estimo que el mejor regalo que le podemos hacer a nuestras regiones en su día es sumarnos a un esfuerzo colaborativo de descentralización y desarrollo territorial, contribuyendo en la formación de Capital Humano, aportando cada una de las instituciones lo mejor de su respectivo rol y capacidades.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.