Por: Joaquín Arriagada. Seremi de Agricultura de la Región de O’Higgins
Eran mediados de los noventa y en la televisión los humoristas hacían chistes con los viajes del Presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle, lo más treintones y de ahí para arriba seguramente lo recuerdan. Frei se encontraba en una campaña de lanzar Chile al mundo, de posicionar a nuestro país en la imperante globalización de la economía mundial.
Desde esa época y hasta ahora, nuestro país se ha caracterizado por ser ejemplo en la región de una economía abierta, que crece y que ofrece cada vez mejores oportunidades a sus habitantes. De hecho si uno hace un análisis de la evolución de la pobreza en Chile se dará cuenta que desde aquella época y hasta hoy nunca en la historia había habido un periodo en el cual disminuyera tanto, bajando en más de un 70% la pobreza.
Pero esto no sería el único efecto que traería la apertura comercial, la gran mayoría de los chilenos tiene acceso a la tecnología, celulares, tablets y SmartTV a precios accesibles y con múltiples alternativas; Son los regalos más usuales en cualquier celebración. Por otra parte, los emprendedores vieron una oportunidad de insospechado alcance y hoy tenemos una formidable industria de exportaciones, que genera empleos y crecimiento económico. De hecho somos líderes mundiales en varios productos muy competitivos.
La agricultura fue uno de los sectores productivos que más avanzó en este periodo y que mejor se adaptó a las nuevas reglas del mercado mundial. Este desarrollo impulsó con gran fuerza a la agricultura familiar campesina, sobre todo a aquellos productores de frutas de la zona central; hoy es posible encontrar una manzana de un pequeño productor en una góndola de supermercado, prácticamente en cualquier país del mundo. La asociatividad ha jugado en ello un rol clave para que haya podido suceder.
Hoy nos enfrentamos ante la incorporación de un nuevo tratado comercial para nuestro país, el que conocemos como TPP11. Y si uno hace el análisis resulta difícil de entender a aquellos que, quizá por desconocimiento o bien por un afán de imponer su ideología, se oponen a la firma de este, vociferando efectos apocalípticos, haciendo eco a cuánto fakenews circula por los medios sociales y creando un manto de temor y desinformación con respecto al tratado.
Hay que decirlo, si uno lee con atención estos artículos que vaticinan efectos nefastos, se darán cuenta que se basan en conjeturas y proyecciones difíciles de cumplir, para mí imposibles de creer. El gran error de quienes se oponen al TTP11 es argumentar como si se integraran todas las naciones capitalistas y sus empresas multinacionales, y la verdad es otra, el TPP11 es un acuerdo entre 11 países, donde ni siquiera está Estados Unidos; Países con realidades económicas muy distintas, que van desde Canadá, Australia hasta Brunéi.
Por esto pienso que es irrisorio pensar que este acuerdo va a afectar los derechos laborales en Chile, por ejemplo, en el mismo tratado se establecen un serie de derechos laborales mínimos para ser parte del acuerdo, entonces no es concebible que el país se verá obligado a modificar su legislación laboral, o de lo contrario, que será demandado en tribunales internacionales como algunos sostienen.
De ser así (que no es), Chile también podría –por ejemplo– obligar a Australia a modificar su regulación laboral, y no creo que este tratado vaya a obligar a sus miembros más avanzados en derecho laboral como Australia o Canadá, a eliminar el derecho a huelga o el feriado legal, es simplemente estar fuera de la realidad. El TPP11 es una oportunidad de negocios y apertura de mercados que diversificarán más las canastas donde ponemos los huevos.
Se habla también de privatización de las semillas, y lo cierto es que el tratado sí obliga a los firmantes a adherir al UPOV91, que es un acuerdo internacional que regula y facilita el patentado de material genético vegetal modificado, ya sea por bioingeniería o cruzamiento natural, pero también es necesario clarificar que el UPOV91 no es una plataforma pro transgénicos, ¡Nada más alejado de la realidad! Porque entre sus firmantes hay países que se oponen enérgicamente a la transngenia, como Francia, Alemania y otros más de la Unión Europea.
Por lo demás en Chile ya existe una legislación vigente que establece condiciones específicas para que una persona o una empresa pueda patentar una semilla, la que tiene que ser nueva respecto de las que ya existen desde tiempo inmemorial, distinguible genéticamente de aquellas, homogénea (generar frutos iguales entre sí) y estables en el tiempo, es decir, que no mute entre una cosecha y otra. En otras palabras, la posibilidad de patentar el tomate rosado de Peumo no existe bajo esta norma, desde el punto de vista biológico.
Por lo propio, este tratado impone nuevos desafíos profesionales, desde el gobierno trabajamos para que nuestros emprendedores agrícolas, para que nuestra gente del campo se abra a nuevas oportunidades de negocios, que puedan ver en el campo chileno un camino para sacar adelante a sus familias, y por esto, renunciar a ser parte de un mercado de 500 millones de habitantes, con posibilidades certeras de comercializar más de 3 mil productos, muchos de ellos de nuestro mundo rural, es simplemente renunciar a ser una potencia agroalimentaria y sería un paso en falso para nuestro país. Pensemos en Chile, pensemos en el futuro.
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