Por: Luis Felipe Lagos. Investigador CLAPES-UC. Ing. Comercial, Lic. en Economía y Magíster UC y Master of Arts de la Universidad de Chicago
A primera vista, es sorprendente que Chile sea una de las economías emergentes donde más han caído los índices accionarios. En efecto, en América Latina durante 2019 las mayores caídas son Chile (-6, 7%) y México (-7, 2%). En Brasil, aumenta (14,1 %) y Argentina cae (-1, 2%), pero antes de las primarias, el alza era de 46,4 %. También registran aumentos los países productores de commodities como Canadá (12%), Australia (17%) o Nueva Zelandia (22,3 %). ¿Qué puede estar señalando esta caída en Chile?
Parte de la respuesta la entrega un reciente estudio de City Research. Se encuentra que los países más afectados por la guerra comercial en Latinoamérica serían Chile y México, por su estrecha relación comercial con China y EEUU, respectivamente.
El menor crecimiento en China (0, 9%) y EEUU (0, 4%) proyectado para 2020, como resultado de la guerra comercial, llevarían a que Chile, donde un 34% de sus exportaciones van a China, y México, con un 76% de sus exportaciones a EEUU, sean los países más vulnerables.
Un segundo canal de transmisión ocurre por el precio de los commodities. Nuevamente Chile es el país más afectado, dado que las exportaciones de cobre representan un 48% del total; de hecho, el precio del cobre ya ha caído un 7% en lo que va corrido : de 2019, respecto del promedio de 2018.
Un tercer canal corresponde a la incertidumbre financiera e incremento de la aversión al riesgo, que afecta el precio de los activos y reduce los flujos de capital, particularmente a las economías emergentes. Los países más vulnerables serían los que tienen un alto déficit fiscal y en cuenta corriente, pocas reservas y un perfil de vencimientos de deuda exigente. Chile es el país menos vulnerable, junto con Perú y , obviamente, Argentina el más expuesto.
Pero los partidos siempre se juegan en casa, en el sentido que la política económica puede contribuir a atenuar los efectos de la incertidumbre externa. Por cierto, no se trata de cerrar la economía para reducir el impacto de las perturbaciones externas; eso, en una economía pequeña, sería fatal.
Chile se caracterizó en el último tiempo por la fortaleza de sus instituciones y, en particular, por políticas públicas técnicamente muy sólidas. No obstante, las instituciones han perdido credibilidad y la calidad de las políticas públicas empeoró en el pasado reciente. Por ejemplo, la reforma tributaria de 2014 tuvo un sesgo anti inversión y emprendimiento, la laboral rigidizó más el mercado, eliminando todo tipo de reemplazo y la educacional requiere cuantiosos recursos en gratuidad, siendo que es socialmente más rentable dedicar estos recursos a la educación temprana.
En 2018, las expectativas reflejaban una oportunidad para mejores reformas estructurales. Pero, la aprobación de éstas se ha dilatado en el parlamento: la tributaria lleva un año, la de pensiones puede transitar el mismo camino y probablemente la laboral también. No solo el obstruccionismo político ha generado incertidumbre, sino que también el hecho que las reformas han tenido condicionamientos políticos para lograr un lento avance. La reforma de pensiones con el “ente” público, la reforma laboral con la reducción de horas, sin restablecer el reemplazo interno, y la reforma tributaria con compensaciones discutibles (permanece la renta presunta y no se modifica el impuesto al diésel) y: con un incentivo limitado a la inversión y crecimiento.
En síntesis, para alcanzar el desarrollo debemos recuperar la credibilidad de las instituciones y la calidad de las políticas públicas es crucial.
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