Por: Mario Schilling. Doctor en Filosofía, Abogado y Periodista. Autor de “Mejor llama a Sócrates: cuando ir al psicólogo no es tu solución”, Amazon, 2019
“Cuando los que te odian persiguen tu apariencia y tus diferencias, significa que no tienen a dónde ir. ¡Y ahí sabes que estás ganando!”, escribió la activista sueca Greta Thunberg, luego de que en las redes sociales fuera discriminada por su condición de Asperger, tras su llegada a Nueva York en su campaña por el cambio climático.
Desde la perspectiva de la Logic based Therapy (LBT), corriente filosófica práctica que persigue alcanzar la felicidad de los seres humanos a través de un razonamiento constructivo, podemos analizar dos situaciones relevantes: la condenación a otras personas y no considerar la dignidad de ellas.
La tentación de condenar a otras personas conduce en forma inevitable y certera a la infelicidad, tanto de quien profiere esas expresiones discriminatorias como, muchas veces también, de quienes las reciben.
¿Por qué las personas disfrutan tanto maldiciendo o condenando a otras? ¿Los hace sentirse superiores? ¿Despliegan una suerte de erotismo malsano y perverso? ¿Ese placer de rebajar a otros genera felicidad?
De ningún modo, contrario a lo que busca el condenador, el ejercicio de faltarle al respeto a otras personas y atentar contra su dignidad no trae como consecuencia la paz interior ni el sentido de trascendencia. Por lo tanto, no conduce a la felicidad en su sentido filosófico más profundo.
En la LBT, se sugiere la siguiente fórmula de la emoción.
Reza así: E = O + C. Y se lee E (emoción) es igual a O (objeto intencional) más C (calificación).
Por ejemplo, experimento rabia (E) cuando “veo que a un anciano no le dan el asiento en el Metro” (O) pues considero “que es una desconsideración que un joven no le ceda su asiento a un anciano” (C).
Quienes maldicen a la joven activista por su condición de Asperger generan una emoción negativa y las emociones negativas no conducen a la felicidad, sino que degradan a la persona que las experimenta y decrece su capacidad de empatía.
El segundo punto a considerar es que, a diferencia de los objetos o las cosas que pueden ser comerciadas por un precio, las personas por el solo hecho de pertenecer al género humano o, si usted es creyente, ser hijos de Dios, poseemos un valor intrínseco, independientemente de nuestras diferencias.
La historia humana es un catálogo de sufrimiento basado en tiranías y gobiernos que decidieron perseguir, torturar o exterminar a determinados seres humanos por motivo de sus diferencias raciales, religiosas, políticas o por su condición de salud.
En síntesis, la lección que podemos sacar de esta lamentable situación en la que se vio expuesta la activista sueca, es que no hay modo de alcanzar la felicidad mediante el maltrato de otras personas ni tampoco pasando por alto la dignidad humana.
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