Por: María Soledad de la Cerda E.
Pertenezco a la clase media, esa media que nunca ha recibido beneficios. Ni los del empresariado ni tampoco los que con justicia corresponden a quienes están en el pilar solidario. O sea, soy parte de los verdadera y permanentemente excluidos.
No me quejo, soy afortunada en muchos planos. Sin embargo, hay un asunto que si me preocupa.
Al cumplir 60 años jubilé, pero al ver el monto de mi jubilación y comprobar que quedaría en una situación muy precaria, decidí volver a trabajar. Tuve suerte que a mi edad pude reincorporarme al mundo laboral. El problema es que, a partir de entonces, cada año, he debido pagar al Servicio de Impuestos Internos el equivalente a más de un mes de lo que obtengo en mi calidad de jubilada.
¿Por qué? Porque al sumarse mi sueldo actual más esa jubilación -que es un dinero que me pertenece y por el que ya pagué imposiciones y tributos- cambio de tramo impositivo y como contribuyente se me hace pagar.
Esto me parece una verdadera injusticia, y quisiera que hoy, que se está evaluando una agenda social que busca disminuir inequidades, se evaluara esta situación. Está bien que apoyemos a los que no pueden, pero les pido también se apoye a los que, como yo, estamos tratando de conseguir mejoras por nuestros propios medios.
Estoy segura de que somos muchos los que pertenecemos a la tercera edad, que nos esforzamos por mejorar nuestra realidad de pensionados, que seguimos siendo un aporte para la sociedad y que hoy nos sentimos abusados.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.