Por: Cristina Oyanedel. Empresaria de Transportes
Hay un antes y un después para Chile desde el pasado viernes 19 de octubre. Ese día fue como el estallido de un volcán que estuvo contenido por un largo tiempo y que estalló de la peor forma. El descontento de la gente ya se veía hace mucho tiempo, pero nadie se dio o quiso darse cuenta. No fueron los 30 pesos de aumento del metro, fue mucho más que eso: el aumento del agua, de la luz, las bajas pensiones, la salud, el tag, los impuestos para las pymes, lo caro de la vida en general. Cubrir las necesidades básicas cuando hay un sueldo mínimo es imposible seguir adelante para muchas personas. Por lo tanto esto tarde o temprano iba a ocurrir.
La situación que hoy vivimos tiene que ver con muchos aspectos, uno de ellos y de los más importantes es la poca o escasa conexión entre lo que los políticos creen que ocurre y las reales preocupaciones de la población.
Además se ha hecho muy evidente que la clase política y sectores que antes eran supuestamente intachables se han distanciado aún más del ciudadano común cuando vemos corrupción en los uniformados, abusos en la Iglesia o millonarias estafas de empresas. Y todo para que al final reciban escasas penas como las del caso Penta donde se les obligó a asistir a clases de Ética.
No podemos desconocer los problemas de los demás, debemos ser empáticos, que las soluciones partan por casa como dijo un diputado. Los más necesitados están escasos de todo, y no sólo me refiero al tema económico, que no es poco, sino a la falta de amor, empatía de parte de la sociedad. De eso he podido darme cuenta al visitar los clubs de adulto mayor, que se alegran sólo con que uno comparta con ellos un rato.
Esa misma situación las pude ver este invierno en los albergues, donde aunque habiendo alimentación y una cama donde acostarse, reinaba la soledad para esas personas. Abandonadas por sus familias las personas sin techo muchas veces cayeron en el consumo de drogas, en el alcoholismo y nadie las quiere. Por lo tanto ayudarlos, visitarlos y acompañarlos cambia su día.
Lo mismo ocurre en las poblaciones donde veo una necesidad de ayuda en los lugares tomados por los narcos. Siento pena e indignación cuando un alumno me dice que está estresado, que no puede dormir porque noche tras noche hay balaceras en su población.
Si hablamos de salud sabemos que hay largas listas de espera en hospitales que pueden llegar hasta los dos años para hacerse un scanner y eso sin contar que sufras una enfermedad lo que supone asumir un gasto imposible para muchas familias.
Es tiempo de reconocer que estas situaciones ya no son preocupaciones aisladas sino parte del sentir de todas las personas de una u otra forma. Es momento de que como sociedad hagamos cambios de manera que haya más equidad, más empatía y más solidaridad.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.