Por: Richard Andrade C. Director de Poderyliderazgo.cl

Las multitudinarias e históricas marchas realizadas en las diversas ciudades chilenas durante el sábado pasado no hacen otra cosa que reafirmar un secreto a voces: Chile se cansó y exige un cambio radical del modelo económico y social. Ya no son pocas las voces que exigen abordar de lleno y sin miedos una nueva constitución. De forma espontánea, los ciudadanos dieron vida a diálogos y cabildos para comenzar a delinear una nueva carta magna y los temas más urgentes de abordar de ahora en adelante.

El Gobierno en tanto, parece por fin entender que las manifestaciones que se vivieron en el país no tienen su explicación en el alza del pasaje de Metro, pues el tema es más profundo y por lo mismo, el presidente Piñera tardíamente anunció durante la semana un conjunto de cambios, bajo el nombre de nueva Agenda Social, y un anhelando y casi imperativo cambio de gabinete, explicando a los chilenos que ha pedido la renuncia a todos sus ministros.

A pesar de estos anuncios, la molestia permanece en las calles y en el corazón de los chilenos… pues son aspirinas para un enfermo terminal. El chileno quiere que se asuman las responsabilidades, que el “lo siento” que hemos escuchado de boca de diferentes actores se transforme en acciones concretas para avanzar decididamente hacia un modelo social y económico que salde su deuda con la sociedad nacional.

En este escenario, de emergencia y exigencia de cambios, resulta de suma importancia que la clase política en general, los partidos políticos, los senadores y los diputados asuman sus responsabilidades, es hora que dejen de lado los cálculos pequeños y se aboquen de una vez por todas a proponer un nuevo país, uno más justo y solidario, pues el que ha ayudado a construir desde el retorno de la Democracia, solo ha acrecentado las diferencias entre los chilenos en base al poder del dinero y su tentáculos que han corrompido a toda la institucionalidad chilena.

Es también tiempo que nosotros, los chilenos volvamos a ser ciudadanos y nos preocupemos realmente de proteger y defender la democracia, es tiempo que volvamos a votar y exigir a nuestros representantes cumplir con su rol y poner en el Congreso aquellos temas que son de nuestro interés y preocupación.

Llegamos a donde estamos, en parte por nuestra culpa, pues dejamos de lado la preocupación e interés por la cosa pública para dejarnos seducir por el materialismo y el individualismo exagerado.