Por: Guillermo Beuchat. Socio Fundador Transforme Consultores
Existen dos términos que han sonado en el entorno empresarial con locura en el último par de años, sin duda que son transformación digital e innovación. Tan al unísono han sonado, que muchas organizaciones — deseosas de abrazarlas — las tratan como una sola cosa: la cada vez más popular gerencia de “Innovación y Transformación Digital”. Cursos y programas educativos que pretenden formar profesionales en estos procesos siguen también la tendencia, metiendo ambos en el mismo saco.
Esta confusión está muy arraigada, especialmente porque muchas consultoras, publicaciones y autores de libros del management promueven la transformación digital como la gran revolución, casi la única, que las empresas deben abordar.
Pero transformación digital no es lo mismo que innovación. Simplemente, digitalizar el “viaje de los clientes” es meterle tecnología a la relación de negocio con el consumidor o cliente. Las empresas de hecho están automatizando esto con bastante atraso, si tenemos en cuenta que el consumidor digitalizado existe desde el 2005 o un poco antes.
La premisa es que se puede innovar sin transformación digital, de hecho hay miles de formas de innovar que no tienen nada que ver con tecnología digital, a veces ni siquiera con tecnología. Una empresa de tratamiento de residuos que innova con nuevos procesos de tratamiento; un nuevo modelo de negocios; un nuevo producto alimenticio orgánico; y tantas otras.
La transformación digital arrasa con todo: los presupuestos, los recursos, la gente, el “mindshare” de los ejecutivos y directorios. ¿Y dónde dejamos la innovación? ¿Estamos también pensando en qué nuevos productos, servicios y modelos de negocio nos alimentarán en los próximos años?.
La verdadera revolución que está provocando la transformación digital en las empresas no es tecnológica; es cultural. Nos estamos acostumbrando a la velocidad, evitando la obsolescencia; estamos lanzando productos WIP “work in progress” al mercado, sin esperar a sacar productos “completos” pero tardíamente; la gente se está acostumbrando a trabajar por proyectos, en “células” o grupos de trabajo multisciplinarios; las herramientas y técnicas del design thinking, metodologías “agiles” y demás están provocando una revolución en el interior de las empresas. Abrazar este cambio (y los que vienen) es un imperativo para todas las empresas. Innovar también lo es, y no es bueno perderlo de vista.
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