Por: Manuel Baquedano M. Fundador y Presidente del Instituto de Ecología Política
En estos días ya comienza a hablarse de la salida económica, social y política a la pandemia generada por el coronavirus. Son varios los escenarios que se desprenden de esta crisis considerada únicamente como “sanitaria”.
Recordemos que estos escenarios están elaborados por economistas que provienen de una disciplina de las ciencias sociales y que tienen que realizar sus predicciones sobre un fenómeno muy ajeno a su conocimiento como es una pandemia, cuyos especialistas son del mundo de las ciencias naturales.
Esto genera una gran inseguridad en la creación de los escenarios. El grado de exactitud que podrían tener estas predicciones depende del comportamiento de la pandemia y las políticas públicas que se implementen es probable que conlleven grandes consecuencias para muchas personas.
Han proliferado escenarios que se explican en función de letras como la V, la U o la W –sólo por mencionar las más populares- que sirven para ejemplificar las distintas salidas económicas al coronavirus.
La más oficial, la que promueven los ministros de Hacienda y Economía y por consiguiente el Gobierno, es la salida económica en V, es decir, ante a un brusco descenso en la economía generado por la pandemia le correspondería una rápida recuperación una vez que se haya tocado fondo en la crisis viral y se mantenga controlado el virus. En este escenario, sólo se extinguiría el problema si se encontrara una vacuna pero los especialistas estiman que se necesita como mínimo entre 12 y 18 meses más para alcanzar ese objetivo. En este punto, debemos tener en cuenta que una vacuna normal en promedio lleva unos diez años entre el desarrollo y la validación.
Esta predicción es optimista y temeraria ya que está pensada para un fenómeno que se encuentra en pleno proceso de desarrollo y sobre el cual los mismos científicos dedicados al tema reconocen que el conocimiento es muy limitado como para establecer un pronóstico para el futuro inmediato.
Esta incertidumbre sobre la salida denominada V ha llevado a que organismos internacionales, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y las empresas clasificadoras de riesgo, prefieren hablar de una salida económica en forma de U donde se considera un tiempo más largo de estancamiento antes de volver a crecer vigorosamente. En este escenario la crisis social sería más prolongada e intensa lo que obligaría a los gobiernos a soportar un nuevo tipo de pandemia pero de origen social.
Por otra parte, una salida rápida y prematura de las políticas de confinamiento y por ende, del estancamiento de la actividad económica, podrían tener como consecuencia un rebrote de la pandemia. Esto obligaría a volver a aplicar políticas de restricción y confinamiento masivo. Entonces se produciría un nuevo descenso en la actividad económica para volver a crecer después. Esta sería la situación en los planteamientos que se incluyen dentro de la letra W. En el fondo, lo que aquí se generaría es un aumento en la incertidumbre económica y social que haría más difícil aún la reactivación.
Todos los escenarios diseñados por la ciencia económica actual -y cuyos fundamentos rigen las políticas económicas de la gran mayoría de los países en el mundo- tienen en común la existencia de una visión antropocéntrica de la crisis y de su solución. Como lo hemos dicho en otras publicaciones, este enfoque -que es común a los paradigmas liberales o marxistas- tiende a privilegiar la visión de que con la pandemia estamos frente a un fenómeno sectorial.
Para todos ellos, esto no debería afectar significativamente otras actividades de la economía y por lo tanto se pretende continuar con el modelo económico actual. A este modelo en general sólo habría que corregirle algunos elementos tal como nos ha enseñado la pandemia: aplicar una mayor vigilancia por parte de la ciencia, establecer una mejor y más rápida alarma internacional para cuando se presente una situación similar, la necesidad de invertir en un sistema de salud que esté preparado para absorber este tipo de desastres, una política mejorada de defensa de empleos, entre otras cuestiones. Todas estas son soluciones que el sistema dominante puede ofrecer y que hacen, por lo tanto, innecesario el cambio del sistema en sí.
Sin embargo, cada día que pasa va tomando más fuerza la visión de que hemos entrado a una nueva etapa de la crisis de la civilización actual que nos lleva irremediablemente a su colapso.
La pandemia sería sólo la primera ola de un “tsunami climático”. En seguida vendría un tren de olas compuesto por la pandemia social, la sequía, la falta de alimentos, la crisis energética y el rebrote del virus. Todo esto impediría que la economía saliera de su deterioro progresivo.
La letra Z, justo la que está al final del abecedario, es impensable para los economistas. Sencillamente no la ven o no la quieren ver pues este escenario disruptivo surge de una visión en la cual la pandemia viral no es sino la primera ola del tsunami creado por la crisis ecológica y climática.
En el escenario Z, la economía de mercado no se recuperaría de forma sostenida pues las sucesivas oleadas de este tsunami irían cambiando profundamente la consciencia de la ciudadanía que, a partir de los hechos, comenzaría a aceptar que su supervivencia y la de su familia o comunidad estaría más bien ligada al decrecimiento planificado de la economía de mercado. En este punto se advierte que un conjunto de actividades que han sido creadas por sectores económicos pierden definitivamente su dinamismo como son los sectores del juego, el turismo, la moda.
Según esta visión ecocéntrica, la naturaleza ya ha iniciado su movimiento hacia la búsqueda de un nuevo equilibrio, tal como lo hizo siempre a lo largo de 4.500 millones de años. Los seres humanos ya no lo pueden impedir y muchos menos controlar. La crisis ecológica y climática no le deja a la humanidad otro camino más que realizar una profunda adaptación para sobrevivir, lo que supone el abandono de la sociedad de consumo y la orientación hacia el diseño de sociedades menos complejas. A esto lo hemos considerado como un empoderamiento ciudadano que implica participación y autogestión democrática o, en su contrario, un ecofascismo donde el mercado se termina subordinando al Estado que asegura la vigilancia y el mantenimiento de los parámetros de la vida en sociedad.
Como dice Luis Gonzales Reyes, ecologista español, ya no es el momento de convencer a nadie. La ventana para hacer reformas al sistema ya se cerró y no tenemos más tiempo. Entramos en una época en la que comenzará a imperar una sensibilización por los hechos a medida que los límites ambientales se vayan imponiendo. A este planteo, sólo podríamos agregarle que el coronavirus no constituye entonces sólo una grave amenaza sino que, por sobre todas las cosas, es la última llamada.
El decrecimiento económico tendrá lugar sí o sí; como una política consciente de los seres humanos para asegurar su supervivencia o porque la naturaleza, finalmente, lo impondrá a su modo.
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