Por: Manuel Baquedano M. Fundador y Presidente del Instituto de Ecología Política
El Premio Nobel de Economía y ex economista jefe del Banco Mundial, Paul Romer, hizo una afirmación que para un ecologista resulta evidente: “Sólo controlando el virus se puede conseguir la recuperación económica”. La paradoja de la actual crisis viral se da en que las principales decisiones están en manos de economistas e ingenieros comerciales, todos ellos profesionales provenientes de las ciencias sociales que se pronuncian sobre una pandemia cuya experticia se encuentra en las ciencias naturales.
En los hechos y hasta ahora, la mayoría de las decisiones económicas han quedado supeditadas a lo que acontece con el virus lo que genera mayor incertidumbre. Como dice, con realismo, Romer “Este virus va a estar circulando entre los seres humanos para siempre” y la única alternativa es tratar de controlarlo y gestionarlo.
Ante un problema concreto como es la pandemia comienza a producirse una nueva división que a mediano plazo puede reemplazar el tradicional eje de izquierda y derecha que aún predomina en el mundo.
Las visiones antropocéntricas, que son dominantes en la era industrial y que le entregan a los seres humanos una primacía sobre las demás especies, se enfrentan con las visiones ecocéntricas que ubican a los seres humanos dentro de la naturaleza y que afirman que, para continuar viviendo, debemos respetar los límites que nos impone el planeta.
La pandemia de coronavirus según los antropocéntricos es producto de un desafortunado hecho aislado. Desde este punto de vista, no debería volver a ocurrir si se aprenden las lecciones. Esto sería así porque se habrían entregado más recursos a los científicos, más aparatos a la salud pública y establecido mejores medidas de alarma. Todo ello sumado a que la pandemia debería superarse rápidamente si se encuentra una vacuna eficaz y segura.
Para los que sostienen una visión ecocéntrica, la mejor vacuna está en la conservación de la naturaleza. Si llegamos a esta situación es porque hemos transgredido los límites ambientales que sustentan la vida en el planeta y la naturaleza no ha encontrado otra mejor opción que buscar un nuevo equilibrio ecológico y climático.
Como dice el académico español, Luis González Reyes, ya pasó el momento de persuadir sobre la necesidad de respetar los límites de la naturaleza porque estamos ahora pagando esa transgresión. Para él ya no hay tiempo para enmendar con medidas tibias sino que es necesario cambiar el rumbo: la sensibilización se hará a través de los hechos.
Como ejemplifica este mismo autor, el freno de las actividades humanas que produjo la pandemia en cuanto a la eliminación de CO2 y detención del deterioro de la vida natural, es de una magnitud comparable al esfuerzo que habría que realizar anualmente en los próximos 10 años si se desea tener chances de controlar o de adaptarse profundamente – y sólo a mediano plazo- al cambio climático.
Hemos tenido (y vamos a tener) varios meses más para darnos cuenta de que el tiempo para hacer reformas graduales en nuestro modo de vida se terminó. El dilema que encuentra nuestra civilización es brutal: o cambiamos y nos adaptamos profundamente o la naturaleza hará el ajuste sobre nuestra especie.
La vida sobre el planeta ha presenciado cinco grandes extinciones de especies ya sea por causas naturales o cósmicas. Los científicos han anunciado que ya entramos en la sexta extinción de especies y un millón de estas, un quinto del total, posiblemente van a desaparecer. A diferencia de las otras extinciones, esta será provocada por nosotros mismos y aún tenemos una pequeña posibilidad de no vernos incluidos en la fatídica lista.
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