Por: Patricia Rojas U. – Founder de EV House
A nivel global estamos viviendo una serie de eventos que macarán para siempre nuestra forma de relacionarnos y percibir el mundo. Inspirar a otros a generar cambios o guiarlos en su camino también supone una reflexión importante en torno a este punto.
Actualmente el ecosistema de emprendimiento está compuesto por distintos elementos, cuerpos y variables en constante evolución. Dentro de estos hay un punto específico que me ha llamado la atención.
Muchos coach y mentores van con el discurso claro de que los emprendedores deben salir cuanto antes de tal calificación y pasar a definirse como empresario. Como si ambos conceptos fueran antagonistas o uno restara mérito al otro. He ahí el primer error; ser empresario y ser emprendedor es perfectamente compatible y, a mi juicio, complementarios. Y si buscamos éxito, ambos sinérgicos y necesarios. Uno no es consecuencia del otro, ya que tienen dinámicas distintas, pero sí tienen sus caminos en constante interacción.
Pongamos en perspectiva ambos puntos: Emprendedor es quien elige emprender, el que inicia un camino, lo que implica necesariamente seguir un proceso; visualizar un objetivo y diseñar la formas y estrategias para obtenerlo. En cambio, tener una empresa es simplemente el acto de, por medio de un contrato, dar vida a una persona jurídica que corresponde a una ficción jurídica, más conocida como sociedad e igualmente entendida como empresa.
Hecha esta aclaración, a mi juicio, cualquiera puede ser empresario, pero emprender es con carácter. Entonces pregunto ¿por qué se esfuerzan los “expertos” en 1. Separar los conceptos, 2. Ponerlos en orden jerárquico, donde emprender es menos y “empresariar” es más, 3. Convencer a la audiencia de aquello que predican, sin siquiera esforzarse en que su argumento tenga algo de técnica más allá del bluff?
No me mal entiendan, el coaching y el mentoring son actividades que respeto, pero profesionalizarlo se hace muy necesario ¿por qué? Porque de esa forma la influencia que deseamos ejercer en nuestros auditores, sea cual sea el objetivo que perseguimos en ello, va cargada con un necesario barniz de ética y una seria responsabilidad. Entonces ¿cómo lo hacemos? Con el arma que marca la diferencia entre simples relatores y serios académicos: conocimiento.
El acto de corrupción que marca el primer paso al caos es el que comete el ser humano cuando postula o asciende a un cargo para el cual no se está capacitado, y la fuente de tal capacitación es el conocimiento, cuya fuente puede ser formal e informal. La formal está en los libros, en los cursos certificados otorgados por instituciones académicas; la informal en la experiencia, no despreciable, pero que sin la formal, de nada vale.
He ahí el primer error: creer que eso de que “la experiencia lo es todo”. Si, es una buena frase, y tiene algo de verdad, pero es una utopía creer que vivir experiencias es la única forma de aprender.
Hoy muchos se auto nombran Coach o mentores, pero pocos entienden la responsabilidad y alcance que hay detrás de esos sustantivos que denominan diciplinas serias de entrenamiento empresarial. Y sobre todo, de los efectos y repercusiones de este acto formativo.
La mejor experiencia es aquella que se vive en conciencia y que nos permite una posterior reflexión, y para esto último, una mente nutrida va a ser mucho más capaz de generar aportes incalculables a las nuevas generaciones con su relato.
Los cuatro elementos de un influencer genuino, ético, profesional, responsable y, por sobre todo serio, son: poder posicional, emoción, conocimiento y paralenguaje.
Finalmente, mi pregunta clave para reconocer a un coach o mentor real, es ¿cuál es la diferencia entre ser emprendedor y ser empresario, y cuál es la relación entre ambos? A lo cual debería responderme que el emprendedor es el que sueña y crea soluciones reales, mientras que el empresario, es quien tiene, hereda o funda una empresa; y, finalmente, la relación entre ambos es complementaria. A mis ojos, el mejor empresario es el que tiene alma de emprendedor.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.