Por: Gala García I. Directora Symborg Latam
Empezaré por destripar el final: la agricultura sí puede ser sostenible y rentable al mismo tiempo. Nos encontramos en un momento de transición ecológica en el que una cara de la moneda es la necesidad de alimentar al mundo. Se prevé, por ejemplo, que la demanda mundial de maíz, arroz y trigo aumente en un 33 por ciento para 2050. No cabe duda, pues, que la agricultura es una actividad básica y necesaria para la sociedad.
La otra cara de la moneda es que un tercio de las tierras agrícolas están degradadas y la proporción de agua destinada a la agricultura está disminuyendo. Además, en torno a un 30% de las emisiones totales de gases del efecto invernadero tienen relación directa o indirecta con la agricultura y se estima que en el mundo hay 400 zonas muertas generadas por la contaminación relacionada con fertilizantes. Y creciendo.
Es importante además remarcar que la sociedad está cada vez más sensibilizada con la sostenibilidad y con la calidad en su forma de alimentarse. Antiguamente era suficiente con comer, ahora nos preocupamos también por tener una buena comida y por cómo nos llega esa comida, tanto medioambientalmente como en el respeto de los derechos laborales. Por eso, la mejor manera de afrontar estos retos es ayudar al agricultor a que pueda avanzar hacia ese modelo más sostenible, también bajo parámetros de rentabilidad y generación de empleo. No olvidemos que el sector agrícola da trabajo a más de 700.000 personas sólo en Chile.
¿Y cómo avanzar en sostenibilidad y rentabilidad? Con innovación. La innovación es el mejor aliado de la agricultura del siglo XXI. Es fundamental apostar por políticas de I+D en general, pero en particular lo es en el sector agro. En Symborg estamos convencidos de que en la próxima década va a haber una revolución en la forma en la que se hace agricultura en el mundo. Hay muchos microorganismos que van a cambiarlo todo. La respuesta está ahí, en la Naturaleza, sólo tenemos que encontrarla.
De hecho, ya se han dado grandes pasos “bío” en este sentido. Por ejemplo, sí se puede conseguir una mayor cantidad de cosecha utilizando el mínimo de recurso de suelo y agua; o disminuir el uso de nitrógeno incrementando la toma natural por parte de las plantas. Estos son retos a los que ya hemos dado respuesta gracias a bioestimulantes y biofertilizantes. Por eso defiendo que la agricultura puede y debe ser sostenible y rentable al mismo tiempo, porque lo compruebo día a día en mi trabajo y en los resultados que nos da el campo.
Tenemos, por lo tanto, dos caras de la moneda y debemos hacerlas compatibles. Necesitamos un suelo vivo que alimente al planeta respetando al planeta. Creo que es una responsabilidad compartida entre todos nosotros. Lo es para respetar medio ambiente. Lo es para apostar por una economía robusta y sostenible. Y lo es para cuidar de las personas.
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