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[Opinión] Pandemia, resiliencia y sueños de la humanidad

Por: José Miguel Arteaga. Filósofo, Magíster en Economía y experto en Medio Ambiente


¿Puede la pandemia desviarnos del camino o, tal vez, después del trauma inducirnos a tomar un camino más deseable? Sin entrar en mayor hondura sobre el camino y lo deseable, haremos una breve excursión sobre asuntos en apariencia no relacionados con la pandemia para acercarnos a una respuesta posible.

En un mundo crecientemente digitalizado el fenómeno físico llamado “tirón gravitacional” (slingshot), propuesto por primera vez por el matemático e ingeniero Giuseppe Colombo (1920-1984), adquiere en diversos campos mayor relevancia.

En astronáutica se denomina “asistencia gravitatoria” a la maniobra destinada a utilizar la energía del campo gravitatorio de un planeta o satélite para obtener una aceleración o frenado de la sonda cambiando su trayectoria.

Hoy se trata de una técnica común en las misiones espaciales destinadas al sistema solar exterior. Para ahorrar costes en el cohete de lanzamiento se diseñan complicadas trayectorias que hacen pasar la sonda por uno o varios planetas antes de dirigirse a su destino final.

Se utiliza para frenar o acelerar sondas espaciales, o variar la dirección que esta lleva, de forma que se reduce su tiempo de viaje o se reconduce su rumbo. Dependiendo de la velocidad del objeto o de la distancia a la que este pase del astro será atrapado en su campo gravitatorio, o despedido a una dirección y velocidad diferentes. En información, comunicación y marketing, una buena estrategia digital necesita crear un “tirón gravitacional”. Las redes sociales obligan a las empresas a buscar nuevas formas de llegar y fidelizar a sus potenciales clientes. El nuevo desafío es cómo tener influencia a distancia, escenarios en que no sirven modelos del tipo campo de batalla o procesos biológicos. Para lograr influencia a distancia debemos pensar en fuerza gravitacional, dejando aparte la mecánica o la biológica.

La gravedad tiene cuatro atributos relevantes para una estrategia en la era digital. Primero, la gravedad es una fuerza de atracción. Segundo, la fuerza de gravedad ejerce influencia a distancia. Tercero, la fuerza de gravedad es omnipresente. Cuarto, la fuerza de gravedad no es mecánica ni lineal, sino exponencial.

¿Qué tiene que ver lo anterior con la pandemia mundial del coronavirus, que ya suma 22,2 millones de contagios y 783.000 muertes en todo el mundo?

Una analogía desde esta perspectiva, entendiendo la pandemia como un tirón gravitacional global, cuyo centro de gravedad sería el virus letal y el objeto potencial de su influencia la población mundial, podría contribuir a la comprensión de los procesos sociales y políticos próximos y futuros.

Comprender el escenario de la pandemia en estos términos podría ayudar a entender mejor algunas cuestiones claves. En primer término, la aceleración de procesos ya en curso, como la digitalización, la penetración de la realidad virtual en la vida laboral y doméstica, la automatización, la mayor difusión y uso de inteligencia artificial, la mayor presencia y cercanía del otro gracias a la densificación del contacto digital pese al mayor distanciamiento físico, el aumento del uso de metodologías de trazabilidad multidimensional sobre las personas y su comportamiento, cambios en los patrones laborales, de empleo e ingreso, redistribución de flujos globales financieros y comerciales, acentuación de los ingredientes científicos y tecnológicos en la lucha por la hegemonía mundial, etc.

Otros procesos se desacelerarán, como podría ser el caso del patrón anterior de globalización. Ya se observa una mayor valoración de la soberanía en cuestiones no solo de salud sino estratégicas, como lo señaló Angela Merkel y luego la Unión Europea, cuando acentuaron la necesidad de una Europa más fuerte y soberana, privilegiando algunas industrias claves como la automatización, la digitalización, la inteligencia artificial, la sustentabilidad.

El tirón gravitacional de la pandemia estaría no sólo cambiando la velocidad de procesos en curso sino también, cambiando el rumbo en cuestiones decisivas, como podría ser el caso de un mayor énfasis en una vida más saludable, menos dispendiosa, y economías más amistosas con el medioambiente, tecnologías limpias, matrices descarbonizadas, electro movilidad, protección de los recursos naturales.

Hay algo que hace de este “tirón gravitacional” algo particularmente dañino y doloroso. Desde luego no fue buscado ni deseado ya que hasta donde se sabe es un fenómeno de origen natural. Sin embargo, cabe señalar que al parecer la probabilidad de su ocurrencia aumentó y seguirá aumentando día a día con la depredación de la tierra, la destrucción de los ecosistemas y en general de las condiciones que hacen posible que florezca la vida en ella.

A diferencia del modelo físico conocido y utilizado en astrofísica, este tirón gravitacional sería invertido. El centro gravitatorio poderoso que impacta con su masa al entorno, a toda la población del planeta, no es de atracción sino de exclusión o de expulsión. Es la muerte que porta el virus lo que golpea a la población del mundo, obligando a huir de todo posible contagio, a distanciarse de otros potenciales portadores, al cierre de fronteras, a confinarse, a instalar barreras sanitarias, a enmascararse, a ocultar nuestra presencia e identidad.

La muerte obviamente no es una fuerza de atracción como la gravedad. El horror a la muerte es en la gran mayoría de los humanos una poderosa realidad. El motor movilizador de la fuerza en este caso es tan poderoso como la enorme fuerza de un astro gigante que se cruzara de pronto en nuestra trayectoria de avance, en nuestra historia humana normal y cotidiana, compleja y contradictoria, pero, pese a todo, funcionando. No es un encuentro menor.

Esta fuerza negativa, la fuerza de la pura negatividad, es también como la gravedad una fuerza omnipresente y ejerce influencia a distancia. Es también una fuerza exponencial; a medida que se acerca crece su poder. Ha sido reconocida por la filosofía en diversas ocasiones. Una de las más autorizadas es la del idealismo alemán que piensa que lo negativo pertenece al ser. Refiriéndose al “inmenso poder de lo negativo” Hegel dice que es la energía del pensar. El mal pertenece a la esencia del ser. La vida del espíritu no es la vida que retrocede ante la muerte y se mantiene pura frente a la desolación, sino la que la soporta y se conserva en ella. Nietzsche habla de la grandiosa iniciativa del idealismo alemán al concebir el mal como perteneciente a la esencia del absoluto.

La pandemia pasará como un astro poderoso en nuestra trayectoria humana. ¿En la situación previa predominaba un exceso de positividad, como dijo el filósofo germano coreano Byung-Chul Han? ¿Cómo medir ese desequilibrio? ¿Cómo detectar la necesidad de la negación? ¿Cómo invocarla? Los antiguos acudían en situaciones parecidas al favor de los dioses. Han pasado muchos siglos esfumando esas confianzas. Pero queda la inquietud de un eventual autor detrás de todo.

El hecho que desconozcamos por completo esa autoría eventual, y hasta su necesidad, no es suficiente para cerrar la interrogante. ¿Cuánto secretos de la naturaleza desconocemos y no por ello cerramos la puerta a que algún día encontremos sus causas y razones? ¿Cuánto sabemos y cuanto ignoramos de las complejas y encriptadas formas en que la tierra cuida de sus creaturas? No olvidemos a Heráclito: la naturaleza ama ocultarse.

Cualquiera sea la entidad que haya estado en su origen parece un valioso aporte que la pandemia induzca a recortar la desmesura alcanzada por nuestra arrogancia. Se llegó a afirmar con aplausos que nuestra especie estaba próxima a la divinidad, pero vino la pandemia y nos aterrizó de golpe. ¡Qué lejos estamos de ese futuro idealizado! No quiere esto decir ni mucho menos que no somos nada. Estamos lejos de ambos extremos.

Una de las mayores diferencias entre el tirón gravitatorio que sufrimos respecto de la asistencia gravitacional en astronáutica, es que esta responde a una cuidadosa planificación por parte de los ingenieros y matemáticos a cargo de la misión. En nuestro caso la situación fue completamente distinta. Todo fue repentino y no hubo tiempo para ninguna preparación. Una vez ocurrida y vueltas las cosas a la normalidad posible, la fuerza gravitatoria negativa de la pandemia buscará ser apropiada y aprovechada en primera instancia por los grandes poderes terrenales, económicos y políticos, para la conducción y engrandecimiento de sus proyectos y negocios. Sin embargo, esta gran fuerza también está impactando a toda la población del planeta, dejando una huella profunda, un mensaje que quedará retumbando por mucho tiempo y de esa manera imprimirá cambios esenciales en nuestro comportamiento. Estos abrirán la puerta y catalizarán aspiraciones, sueños y deseos de millones de personas en todo el mundo, reprimidos largamente por el poder y la dominación, que serán favorables a una vida más sabia, más tranquila, más reflexiva, mejor. A la larga terminará influyendo y modelando a esos grandes poderes en forma capilar, generando en ellos cambios positivos respecto de sus actuales ambiciones y el contenido de su liderazgo.

Entre los grandes beneficios que podrían obtenerse parece estar la mayor atención y relevancia que alcance la prevención y el control de los riesgos existenciales de origen antrópico. La pandemia es una primera señal, patente y potente, que generará profundas transformaciones. No podemos aún estimarlas con mayor precisión, pero parece haber consenso que hará posibles puntos de quiebre e inflexión en cuestiones decisivas. Este golpe demoledor será una alerta global de un valor incalculable para toda la humanidad, demasiado desatenta a los riesgos existenciales que nacen de los desarrollos de punta científicos y tecnológicos, incontrolables hasta ahora porque están en la raíz de los más grandes negocios, de la industria bélica y de la lucha por la hegemonía en el mundo.

Por obra de la naturaleza esperamos que los procesos sociales espontáneos se vayan acercando al cuidadoso cálculo de los científicos e ingenieros encargados del lanzamiento satelital o de la sonda interplanetaria, que utilizan la fuerza de los campos gravitatorios dentro del sistema solar para orientar su nave hacia el destino elegido, minimizando sus costos, sus plazos y la seguridad de su misión.

La fuerza que gravita en nosotros con la pandemia es una fuerza negativa que nos llena de temor, nos induce al rechazo y a alejarnos de su acción. Ejerce en contra nuestra una fuerza disruptiva y caótica. Sin embargo, esta destrucción genera más allá del vacío inicial, del miedo y el sentimiento de vulnerabilidad, de la pérdida de seguridad y del sentido, una reacción positiva, constructiva, ordenadora. Al vaciamiento inicial y al caos de la destrucción le sigue la resiliencia, la reafirmación de la identidad, la apertura de campos nuevos creativos, más aireados y fértiles, ámbitos de nacimiento de nuevos tejidos de orden y sentido, enriquecidos con la experiencia de los males antiguos y fertilizados por el renacimiento de las fuerzas del deseo y las nuevas líneas abiertas por la reflexión.

Otro resultado positivo general es el aumento exponencial de nuevos emprendimientos, vinculado no sólo con la necesidad de nuevas formas de sobrevivencia y sostenimiento personal o de la familia. Este nacer y brotar de la vida emprendedora de millones proviene no solo del espacio liberado y despejado que deja el obligado retiro de los grandes poderes modeladores de la sociedad habitual, sino también del retiro en soledad que abre espacio a una intimidad más virginal, habitualmente acallada y escondida dentro de nuestras almas silenciosas. De esta fuente íntima nacen también los emprendimientos e iniciativas económicas, así como el atrevimiento de lanzarse a mercados liberados de la presencia dominadora de las grandes empresas y marcas.

Este proceso es también una expresión de lo creativo que anida en toda situación de caos, principio de toda acción creadora de las artes mayores y menores. Invadidos por el miedo, la pandemia nos obliga a refugiarnos en la soledad de nuestro interior. De aquí van naciendo nuevas formas de vida, nuevos ideales, ideas de proyecto, nuevo ánimo para explorar y emprender. Poderosa virtud creadora de la destrucción. El poder de lo negativo, el poder que rompe los enlaces gastados y fosilizados del viejo orden, hacen posible la aparición de nuevas combinatorias, nuevas formas del ser y la creación. Es el trabajo de las enzimas, moléculas de naturaleza proteica que catalizan reacciones posibles para acelerarlas, convirtiéndolas en cinéticamente favorables para que transcurran a mayor velocidad, reduciendo la carga de energía necesaria para romper viejos enlaces y abrir camino a las formas nuevas, a nuevos ordenamientos, más eficientes y necesarios al desarrollo del cuerpo biológico. No es demasiado arriesgado y puede ayudar a la comprensión esbozar también aquí una analogía con el cuerpo social y sus procesos de transformación.

El gran tirón gravitacional negativo de la pandemia estará actuando a nivel molecular, a nivel de millones, en todos los ámbitos, acelerando los cambios en base al sustrato existente en cada uno de los procesos, en cada sistema, en cada institución. Habrá situaciones en que esas bases apunten a la aceleración y otras al retardo de los procesos que conducen. La resultante final en cada caso será la integral de esas intervenciones, lo que conducirá a cambios no sólo de velocidad o dirección de los procesos sino también de estructuras y funciones. El factor tiempo es imprescindible de considerar dada la complejidad de todo cuerpo social y el grado de madurez o preparación del salto a otra etapa en cada caso, de las fuerzas acumuladas para gatillarlo rompiendo las barreras que mantenían fija la situación del orden institucional anterior.

El golpe energético de la pandemia cataliza la transformación y abre la puerta a formas nuevas, más acordes con el sustrato existente, con sus bases, sus fundamentos, sus raíces, la tierra germinal de todo. Habrá sido necesario pasar por el caos y el desorden; por la pérdida de confianzas y valores; por la disolución de la base de credibilidad y seguridad con que transcurren nuestras vidas en normalidad. Habremos entrado a tierra más fresca, más aireada, más permeable, más flexible. A una vida más viva, más espiritual, más soñadora.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.

 

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