Por: Josefa Concha S. Encargada de Calidad en Casinos RIVER SpA
Vivimos tiempos difíciles, eso resulta una lamentable realidad. La pandemia que nos afecta hoy ha puesto nuestro día a día de cabeza: perdimos libertad, capacidad de decisión, imposibilidad de vivir una enfermedad o afección acompañados, ni siquiera podemos visitar a nuestros parientes de la tercera edad y tampoco se nos permite despedirlos cuando no pueden ganar esta batalla.
Todo esto se ha tornado una realidad ineludible, donde todos los signos aparecen como negativos y nada parece indicar que la situación vaya a modificarse en los próximos meses. Prueba de ello es que las naciones más desarrolladas se encuentran tan desorientadas como nosotros, en su lucha contra este virus que ha transformado nuestra calidad de vida en una angustiante incertidumbre cotidiana.
Por otro lado, vivimos una falta de empleo y oportunidades laborales gigantesca, en donde muchos se ven presionados a aceptar trabajos con remuneraciones o condiciones menores a las que están acostumbrados, lo que genera un aumento considerable en el estrés de las personas, todo lo cual se traduce en una serie de disfunciones, tales como el mal dormir, una alimentación desordenada, nula o deficiente.
A esto debemos sumar la ansiedad ambiente, esto es, cómo las personas se muestran irritadas, nerviosas, propensas al desborde emocional cuando no encuentran apoyo suficiente para sobrellevar esta inseguridad que implica el solo hecho de salir a la calle, porque el riesgo de infectarse es una carga que, querámoslo o no, debemos asumir, aun cuando no nos percatemos de sus implicancias.
Todo esto se verifica en el ambiente laboral que hoy, en medio de la pandemia, se ha transformado para muchos en sinónimo de estrés y de tensión.
Estas condiciones de inestabilidad laboral y del aumento cada vez más alarmante del estrés en las personas trae aparejado un sinfín de problemas cotidianos, para los cuales no estábamos preparados. Así, la falta de empleo o los trabajos en donde los trabajadores se sienten fatigados, desmotivados o maltratados aumenta día a día, del mismo modo en que los buenos hábitos de alimentación son sustituidos por comidas deficitarias y que en nada aportan al organismo que, en tiempos de tanto estrés como los que vivimos, necesita de una dieta balanceada y de los elementos indispensables.
Esto nos lleva a considerar otro punto: lo mal mirada que se encuentra la ayuda mental en la actualidad. Resulta paradójico que, en tiempos de tantas complicaciones y peligros de contagio, cuando las personas están más tensas y propensas a desarrollar cuadros de tensión, asistir a un psicólogo, psiquiatra o neurólogo se considera un desperdicio de dinero, aludiéndose que ese tipo de ayuda carece de bases suficientemente sólidas como para entenderlas como adecuadas o serias. No obstante, comprarse un televisor gigantesco, un auto más lujoso o ropas exclusivas, si bien no las necesitamos, se acepta con normalidad.
Cuidar la salud mental es poco serio, pero caer en el juego de apostar a lo material sí parece ser considerado como adecuado, en una época en que la pandemia no solo ha puesto en jaque la vida de las personas, sino también sus valores y comportamientos adecuados ante la crisis.
Es cada vez más necesario reflexionar acerca de la sobre exigencia laboral y sus consecuencias para la salud mental de la población, determinar los graves costos que trae consigo y el modelo que está propiciando, uno que afecta a todos por igual pero que se manifiesta de manera distinta en cada persona, llegando a socavar las bases de nuestra perdida normalidad.
De esta manera, debemos reconocer que hoy la sobrecarga laboral gana espacio y fomenta el aumento del estrés, el estrés nos genera ansiedad y la ansiedad nos enferma, a veces de manera tan velada que, cuando descubrimos que estamos angustiados o estresados, ya la enfermedad se ha apoderado de nuestras defensas y ha derrumbado la capacidad de reaccionar de forma positiva.
Es por todo lo antes descrito que el llamado es bien claro y directo, debemos redoblar los esfuerzos por cuidarnos, valorarnos e invertir en nuestra salud y paz mental. Porque en todo este negro panorama que nos rodea, siempre hay un lugar para la esperanza de un mañana distinto, de un minuto en que nos veremos sorprendidos por la posibilidad de detener la pandemia. Para ese minuto debemos prepararnos, invirtiendo en el tesoro más preciado: nuestra salud física y mental.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.