Por: Marco Berdichevsky. Vicepresidente de Recursos Humanos de Finning
Estamos terminando el año 2020 y probablemente muchas empresas estarán pensando en cómo decodificar este año el que sin duda será inolvidable. A pesar de todos los desafíos, tales como disturbios sociales, restricciones a la movilidad, confinamiento, pérdida de seres queridos, este año deja muchas cosas positivas.
Primero, estoy seguro de que muchas organizaciones han demostrado una agilidad y capacidad de adaptación que quizás nunca fue puesta a prueba en tal magnitud. Las empresas, que son lo más parecido a una célula, han sido capaces de alimentarse a si mismas, generar sinapsis con otras, es decir, establecer redes de trabajo articuladas, mutar cuando ha sido necesario -y en muchos casos- lamentablemente también morir para, en ese proceso, tal vez volver a nacer.
Otra capacidad que hemos visto presente de manera cotidiana es pensar acerca del futuro. Comentarios como la fuerza de trabajo ya cambió, cuáles serán las fuerzas que afectarán a la empresa del mañana, qué empresas sobrevivirán y/o cuál será el rumbo que tomará una determinada organización están presentes.
Pero si hay algo que me deja este año, es que estos meses serán recordados como aquellos donde todos los paradigmas se han puesto a prueba.
Que el mundo funciona como una red neuronal donde algo que afecta en un lugar ocurre lo mismo en el otro, o que seremos capaces de estar encerrados durante un tiempo sin tener contacto social, o que la experiencia de compra y consumo siempre tiene un gran componente presencial, o que nuestra fuerza laboral sólo funciona con otros, etc.
Esta capacidad de romper paradigmas siempre ha estado presente con nosotros y así ha quedado demostrado a lo largo de la historia, sea por el instinto de supervivencia, dominio, expansión o cambio; pero en las empresas aún esta capacidad de romper esquemas es un camino con un ritmo que no varía a menos que enfrentemos la necesidad de supervivencia. Esta pandemia nos lo ha mostrado y es justamente lo que debemos modificar para no tener que colocar nuestros instintos de supervivencia en marcha para adaptarnos a una nueva realidad.
Estamos ad-portas de cerrar este inolvidable 2020 y es momento de hacer balances, evaluar y procesar lo que hicimos bien para codificarlo y así construir -de forma colaborativa en el sector- las bases de las nuevas formas de hacer negocio y de trabajar, que sentarán las bases para una industria preparada para el futuro.
En el caso de Finning, hemos avanzado en la adaptación a la nueva realidad y captura de oportunidades desde diferentes ópticas: fortalecimiento del compromiso a través de un potente foco en seguridad, salud y bienestar; mayor agilidad en la toma de decisiones; más eficiencia y productividad en nuestra propuesta de valor a los clientes y por supuesto, un visible compromiso con las comunidades (prácticas online para jóvenes estudiantes, apoyo a iniciativas STEM para la incorporación de talento femenino a la industria; donaciones por la emergencia, etc.).
Sin embargo y mirando hacia adelante, ninguna industria no puede ni debe confiarse en sus buenos resultados respecto a otros sectores productivos, sino – y sabiendo que los impactos a largo plazo siguen siendo inciertos- debe aprovechar su actual estabilidad para revisitar sus estrategias ambientales, sociales y de gobernanza que aseguren una rentabilidad sustentable en el tiempo post futuro Covid-19.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.