Por: María José Escudero. Directora Ejecutiva de Fundación Ronda
Según Cifras de la Organización de Naciones Unidas (ONU), el número de personas que vive en un país distinto al de nacimiento ha aumentado considerablemente: 272 millones en el año 2019, 51 millones más que en 2010. Las personas migrantes comprenden un 3,5% de la población mundial, cifra que continúa ascendiendo con respecto al 2,8% del año 2000.
Así mismo, según la misma organización, en 2019 Chile contaba con cerca de 939.992 de personas migrantes, proveniente en su mayoría desde Perú, Colombia y Venezuela.
Este 18 de diciembre se conmemora el Día Internacional de las Personas Migrantes, oportunidad para analizar el proyecto de Ley de Inmigración y Extranjería, donde decenas de organizaciones, parlamentarios de oposición y abogados constitucionalistas presentaron un requerimiento de inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional (TC), que considera que éste contiene normas que restringen los derechos de las personas migrantes, entre ellos, niños, niñas y adolescentes.
Hoy, la discusión se concentra en impugnar 13 artículos, entre ellos la vulneración de los derechos de los niños, niñas y adolescentes, donde no habría una protección a la niñez cuando esta acompaña a una persona que es retornada o es expulsada del país. Es por ello que se hace necesario construir una ley que los ampare y proteja tras cualquiera circunstancia.
Lamentablemente, en muchos casos el proceso migratorio ha tenido respuestas xenófobas por parte de la sociedad, generando que las barreras socioculturales sean más notorias y comiencen a conformar un problema de estigmatización y discriminación.
Pero, ¿somos un país inclusivo en materia de migración? Para promover esto es primordial saber involucrar a la sociedad y donde exista un cruce cultural: desde un plano de Interculturalidad, donde la persona posea los mismos derechos y deberes, es decir la plena aceptación, el respeto, ya sea por su país, color, profesión, entre otros.
Es necesario apoyar y proteger a aquellos que vienen a construir una vida mejor y ser la voz de protección de los menores que no pueden defenderse. Es hora de dar la mano a aquel extranjero que busca salir adelante y que dejó su país en busca de mejores oportunidades. Es hora de que todos construyamos un Chile más inclusivo, colaborativo, empático y humanitario.
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