Por: Dr. Fernando Soto P. Especialista Broncopulmonar
¿Qué es una ola? La aparentemente infantil pregunta cobra hoy relevancia cuando a diario escuchamos alarmantes declaraciones de autoridades y algunos expertos acerca de la Segunda Ola que se aproxima respecto a las infecciones por Covid-19, ya no solo en el resto del mundo sino también en referencia a lo que ocurre en Chile.
Una ola es una onda que se desplaza a través de la superficie del mar, océano, río, lago o canal, con amplitud (tamaño) y longitud (duración) variables. También se utiliza la expresión para referirse a un fenómeno atmosférico que produce variación repentina en la temperatura de un lugar (ola de calor, ola de frío). Aplicada a la epidemiología se subentiende grafica la forma que adquiere en el tiempo la curva de contagios y fallecidos por una enfermedad, que alcanza un máximo y luego vuelve a los valores basales o bien a cero casos.
En esta pandemia que nos afecta, la verdad es que Chile ha presentado una curva de contagios y fallecidos que llegó a un máximo en el mes de junio recién pasado, tuvo luego un descenso en los números para estabilizarse luego en una meseta a partir de agosto con promedio de 1.500 nuevos casos diarios y 50 fallecidos diarios. En el último mes se aprecia además una tendencia clara al aumento de los casos, de la transmisibilidad (R > a 1), de la positividad de los Test PCR (6,3% el día 27 de diciembre y 5,3% en la última semana móvil), y probablemente a corto andar también de los fallecidos diarios.
¿Es este fenómeno del último mes una segunda ola? La verdad es que no. Nunca se controló la primera ola, y por tanto permanecemos aún en ella. A diferencia de países como Israel, que llegó a tener cero casos diarios, y muchos otros que bajaron de los 500 casos diarios hemos mantenido siempre altas cifras de contagio. Por tanto, el aumento de casos que se observa el último mes corresponde solo a variaciones dentro de una primera ola aún muy activa.
Estados Unidos representa el peor escenario de aquellos que no solo no superan la primera ola sino que empeoran dentro de ella. Sin lograr nunca el control de la enfermedad, el gigante del norte presenta una gran primera ola ó curva de contagios y fallecidos que ha descendido y vuelto a subir 3 veces a valores cada vez superiores a los previos sin llegar nunca a cifras que permitan estimar un control de la pandemia. Chile se parece peligrosamente a dicha situación, y en nuestro caso parece poco probable que la vacuna logre un efecto en reducir los contagios en forma potente y significativa antes del próximo invierno.
Despejada la interrogante, y con la claridad que seguimos en una primera ola muy activa, la pregunta entonces es, ¿Cómo podemos abordarla de manera de lograr controlarla?.
El problema es que la receta está, pero en la aplicación estamos al debe.
Estamos al debe los ciudadanos, cuando por relajo, cansancio, apatía o menosprecio a la enfermedad no usamos la mascarilla adecuada ni en la forma adecuada, no mantenemos distancia de al menos 2 metros de otras personas, y no somos estrictos en mantener nuestros espacios cerrados ventilados, no preferimos cuando es posible hacerlo los espacios abiertos, y no hemos integrado aún la práctica de lavarnos frecuentemente las manos.
Está mucho más al debe la autoridad, cuando en la entrega de información ha dejado permanentemente la sensación que el tema no es grave, que está controlado, y que la vacuna es la solución mágica. Mucho antes además por no exigir a los laboratorios públicos y privados que los resultados de las PCR estuviesen en 24 horas máximo, que dicho examen fuese sin costo, que se informaran antes de las 48 horas de iniciados los síntomas los casos a la autoridad sanitaria y mas importante, que hubiese sido visitados, que se identificara a los contactos, que se cumplieran los parámetros que el propio MINSAL estableció, y a pesar de ello se autorizara cambios en el Paso a Paso de muchas comunas que evidentemente no los cumplían…
Ambos fenómenos además se cruzan, y la incapacidad de nuestra autoridad para tomar las decisiones que hubiesen permitido intentar un mejor control de la pandemia dejó como consecuencia un incumplimiento cada vez mayor de parte de la ciudadanía de la receta magistral, y que hoy observamos cada día en las noticias.
No somos, sin embargo las personas los únicos responsables de la evolución de la pandemia en Chile, como se señala en forma repetitiva y monotemática por nuestras autoridades e incluso en muchos medios de comunicación. No le bajemos el perfil a las tareas incumplidas de nuestras autoridades.
Seguimos a la espera de un cambio de actitud y mejores decisiones técnicas que apunten a los aspectos deficitarios en el manejo de esta pandemia, de entrega de mejor información, desglosada por comuna, de integración de las personas al trabajo preventivo, de escucha a los Consejos Covid-19 regionales, algunos de los cuales no se reúnen hace meses, y de empatía con el dolor que afecta ya a más de 21.800 chilenos, la inmensa mayoría de ellos, alrededor del 80%, adultos mayores de 60 años.
Mientras tanto, seguimos en primera ola, y empeorando…
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