Por: Carlos Cantero O. Master y Doctor en Sociología. Director del Consejo Chileno de Tecnologías de Información y Comunicación. Académico, conferencista y pensador laico. Estudia la Sociedad Digital y la Gestión del Conocimiento
La humanidad vive una profunda crisis espiritual. Es la eterna tensión entre el Materialismo y la Espiritualidad. Es la ruptura basal de los límites éticos de alcance estructural, que tiene externalidades o segundas derivadas políticas, sociales, económicas, valóricas, etc. Proceso relacionado con las eternas preguntas del ser humano: ¿Qué somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? Es decir, en sentido de la vida humana.
Los valores espirituales que sostenían la sociedad están en crisis, observamos el caos que precede a un nuevo orden. La crisis siempre da lugar a un proceso de cambio, sea por envejecimiento, decadencia, desaparición del ethos, lo que afecta su ética, estética y emocionalidad.
Es un período en que el velo materialista se rasga, hay luz entre las tinieblas, entre la ignorancia consumista se abre paso la bonhomía del ser humano, se desbordan los intereses materiales, pero emergen contenciones desde la espiritualidad. La desorientación inunda nuestras relaciones, pero otros elevan sus consciencias. Este panorama de tendencia cíclica y apocalíptica en el mundo, surge cuando se atenta contra la dignidad de la persona y la trascendencia de la vida humana.
Cuando se privilegia el viaje exterior en detrimento de viaje interior; lo material por sobre lo espiritual; lo humano por sobre la natura; lo masculino sobre lo femenino; la cultura propia en desprecio de la ajena; la competencia sobre la colaboración; los bienes privados sobre los bienes públicos, en una palabra, lo ego-céntrico en detrimento de lo eco-céntrico.
Pero, la naturaleza nos enseña que en el momento más oscuro es cuando comienza a regresar la luz; la vida nos muestra que en el momento más doloroso es cuando se da a luz la nueva vida, luego de la dureza del otoñó-invierno surge la regeneración de la primavera-verano, la vida emerge desde la muerte, la crisis de la crisálida da paso a la hermosa mariposa.
La hiper-actividad reclamada no debe ser exterior, el remedio no surgirá desde la biología. El mal está dentro de nosotros, en nuestras bases culturales excesivamente materialistas, en ideologías perversas que exacerban el individualismo y la competencia, en todo aquello que atenta contra la dignidad de las personas en uno y otro extremo. El remedio está en nuestra alma, que cada cual reconoce en su viaje interior, en la reflexión o meditación profunda, en nuestra subjetividad, sentido de la vida, en nuestra espiritualidad.
Seguro surgirá la vacuna o algún tratamiento para contener el virus que afecta a la humanidad. Pero, el tema de fondo no es biológico. El contagio viral más grave es anti-valórico. Es de orden ético. Son las tinieblas de la ignorancia, la opresión de la libertad por el materialismo consumista, reduccionista de la condición humana. Las virtudes sociales, éticas y humanistas han sido degradadas, se cosifican como bienes transables múltiples dimensiones de la vida humana, de su dignidad e intimidad.
Si no eliminamos conductas y valores tóxicos, el problema del sentido de la existencia se agudizará. Debemos sacudirnos de la configuración materialista que se nos inoculó en el alma. No podemos seguir permitiendo la manipulación mediática e ideológica.
No somos exclusivamente consumidores, somos seres humanos, con dignidad, con sentido trascendente… ¡que hemos venido al mundo para ser felices! Necesitamos una economía y política del bien común, con sentido eco-circular.
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