Por: Margarita Ducci. Directora Ejecutiva Pacto Global Chile, ONU
Hoy frente a la grave crisis sanitaria a nivel planetario, el agua se torna, ahora más que nunca, imprescindible para combatir la pandemia. Por esta razón, en medio de esta catástrofe, debemos no solo garantizar agua para la vida de los seres humanos y las especies en la tierra, sino también asegurar que este recurso primordial sea asequible, libre de contaminación y gestionado de forma eficiente y sostenible. Sin duda, un gran desafío de la Agenda 2030 de Naciones Unidas, el ODS6, uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Si bien, en el mundo, se ha conseguido progresar ampliando el acceso a agua potable y saneamiento, existen miles de millones de personas que aún carecen de este servicio básico. De hecho, una de cada tres personas no tiene acceso a agua potable salubre y dos de cada cinco personas, no disponen de algo tan necesario como una instalación simple, destinada a lavarse las manos con agua y jabón.
A ello se suma el grave impacto del cambio climático en el ciclo del agua, en diversos lugares del planeta, como la fuerte variación de precipitaciones, cambios en la evaporación y la temperatura del agua, con graves consecuencias para los ecosistemas, la biodiversidad, la salud y la subsistencia de cientos de millones de personas.
La escasez de agua afecta a más del 40% de la población mundial y se prevé que este porcentaje aumente. Chile se encuentra en el 18º lugar del ranking mundial de riesgo hídrico según el World Resources Institute, lo que significa que estamos frente a un estrés hídrico de proporciones, por ello, debemos cuidar hasta la última gota de agua en el uso doméstico, industrial y de riego. Este crítico escenario implica desafíos en materia de gobernanza, regulación y gestión del agua.
Debemos con urgencia y en conjunto, desarrollar técnicas sostenibles que conlleven a preservar, proteger, reducir, mantener y ahorrar el agua para las futuras generaciones. El enorme desafío consiste en dar prioridad a la búsqueda de soluciones alternativas reales y al alcance de todos, para que haya suficiente agua para nuestras necesidades, mejorando la planificación y su eficiente gestión.
Sabemos que estamos al límite en la actuación hídrica, por lo que tenemos que trabajar en el ahorro y acelerar una gestión eficiente, estableciendo sinergias entre el mundo público y privado.
El llamado en Chile es urgente y un deber moral, donde todos debemos hacernos responsables. Este estrés hídrico, no solo impide la sostenibilidad de los recursos naturales, sino que obstaculiza el desarrollo económico y social, y tiende a afectar desproporcionadamente a las personas más vulnerables.
De aquí al 2030, debemos impulsar y ampliar la cooperación para el fortalecimiento de capacidades en actividades y programas relativos al agua y el saneamiento, como los de captación de agua, desalinización, uso eficiente de los recursos hídricos, tratamiento de aguas residuales, reciclado y tecnologías de reutilización. Si no lo hacemos hoy, mañana será demasiado tarde.
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