Por: Manuel Baquedano M. Presidente del Instituto de Ecología Política
A medida que se profundiza la crisis de la civilización industrial, empezamos a vislumbrar una reconfiguración en los ejes tradicionales de la política. Durante el siglo pasado primó en el mundo la oposición entre las fuerzas liberales o capitalistas (azules) y las fuerzas del mundo del trabajo (los rojos). Ambas fuerzas se enfrentaron con dureza para controlar el desarrollo de la sociedad y el Estado. Hoy, sin embargo, podemos pensar que los azules y los rojos empezaron a cambiar de color y se convierten de a poco en verdes o en pardos según sea caso.
Durante el apogeo de la sociedad industrial, los azules (partidarios del capitalismo) se enfrentaron peligrosamente a los rojos (seguidores del socialismo) y viceversa. Llegaron incluso al punto de haber podido aniquilar a la especie humana en un holocausto nuclear. Al darse cuenta de que nadie saldría ganador en una confrontación de este tipo, una parte de la humanidad intentó crear regímenes que combinaran ambas propuestas y surgieron las socialdemocracias (que serían de un color rosado). Mientras que hoy los regímenes socialdemócratas se baten en retirada, la principal potencia emergente es China, un país que propugna un capitalismo de mercado controlado por un Partido Comunista omnipresente.
Pero por mucho que estas visiones del mundo se confronten, ambas tienen un factor común muy pronunciado: las dos son antropocéntricas y ubican al ser humano en una posición dominante en relación a las otras especies vivas. En estos planteamientos el “hombre” aparece como el rey de la creación o una especie que, por su inteligencia y su voluntad, sería capaz de crear una sociedad donde reine la abundancia liberada de las necesidades.
La crisis ecológica y climática que ya estamos viviendo modifica la bipolaridad política que predominó en el siglo pasado. Esto se debe a la emergencia de fuerzas políticas que responden a la configuración de un nuevo eje en el siglo XXI. Sin embargo, este nuevo eje es vertical y no horizontal: por arriba se vislumbran los pardos, fuerzas que pregonan la defensa autoritaria de la actual civilización industrial, y por debajo están los verdes que buscan, con libertad y en democracia, transitar hacia una nueva civilización donde la especie humana por fin reconozca y acepte que pertenece a la familia animal y que forma parte de las especies vivas que están en peligro de extinción. El enfoque de los verdes sería entonces un enfoque ecocéntrico.
De la descomposición acelerada de los azules y de los rojos y de su rápida migración al mundo verde dependerá la reconfiguración de un bloque de fuerzas que sea capaz de llevar adelante una transición civilizatoria ordenada y pacífica sin caer en la barbarie parda. El futuro de la especie humana (azotada ahora por la crisis de su casa grande: la crisis ecológica y climática unida a la crisis social) dependerá de quién salga vencedor en la confrontación de estos enfoques; si el antropocéntrico que primó durante el siglo pasado o el ecocéntrico que intenta emerger en este nuevo siglo.
La crisis de la civilización actual se encuentra muy avanzada y resulta casi imposible revertirla. Comenzó a manifestarse con fuerza con la crisis financiera en el año 2008. Esta situación fue precedida por el peak y el posterior agotamiento del petróleo barato. Luego, al no poder recuperar el sistema económico mundial, la globalización detuvo su expansión en 2015 lo que desencadenó la actual crisis de gobernancia mundial y local. La prolongación de estas crisis nos llevará de lleno al escenario post pandemia que sin duda implicará una crisis a nivel ecosocial (del régimen social y ecológico de las sociedades) para terminar en una etapa que debemos tratar de evitar, una crisis en los sistemas de valores.
La época de la sobrevivencia de la especie humana se acerca aceleradamente y si algo bueno ha tenido la pandemia es que adelantó la prefiguración del mundo en por lo menos diez años. Esto nos da tiempo y nos permite prepararnos para enfrentarla. Sin embargo, antes debemos aceptar que la crisis civilizatoria que estamos viviendo (y que la élite antropocéntrica dominante se resiste a reconocer) se ha transformado en la madre de todas las crisis.
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