Por: Monserrat Ferrer. Gerente comercial HVAC Midea Carrier Chile
En Chile la biomasa es la energía más utilizada: supera en 13 veces el uso de la energía solar y eólica, y es la segunda más importante detrás del petróleo. Se trata de toda la materia orgánica susceptible de ser utilizada como fuente de energía, como la leña.
En 2009, la Unión Europea (UE) se comprometió a frenar las emisiones de gases de efecto invernadero e instó a sus Estados miembros a pasar de los combustibles fósiles a las renovables. En su Directiva de Energías Renovables (RED), la UE clasificó la biomasa como una fuente de energía renovable, a la par de la energía eólica y solar. Como resultado, el documento impulsó a los gobiernos a incentivar a los proveedores de energía a quemar biomasa en lugar de carbón, e impulsó la demanda de madera.
Pero señalar que talar árboles y quemarlos es una fuente de energía renovable parece -al menos- contradictorio. Quemar madera es menos eficiente que quemar carbón y libera mucho más carbono a la atmósfera, según casi 800 científicos que escribieron una carta en 2018 al Parlamento Europeo, instando a los miembros a enmendar la directiva “para evitar un daño extensivo a los bosques del mundo y la aceleración del cambio climático ”.
En Chile, la mayor demanda de energía derivada de la biomasa se focaliza en el sector industrial, con 80% de la producción total, mientras el 20% restante corresponde a leña. Además, en las ciudades del sur del país, más del 90% de las viviendas utilizan biomasa para calefaccionarse. Este uso doméstico genera contaminación -principalmente por la quema de leña húmeda-, responsable de unas 2.000 muertes prematuras al año. El problema es agudo en centros urbanos de la zona centro-sur del país, donde es responsable del 87% del total de las emisiones de material particulado fino (MP2.5), uno de los contaminantes más dañinos para la salud.
¿Existe conciencia de las mejoras que se deben realizar en este ámbito? El Estado ha hecho crecientes esfuerzos a través de políticas públicas.
Entre ellas destacan la Ruta Energética, proyecto de ley para ordenar la producción, transporte, comercialización y consumo de biocombustibles sólidos (biomasa), principalmente la leña, los pellets y astillas. Por otro lado está el Piloto Nacional de Calefacción Eléctrica, impulsado por el Ministerio de Energía, la Agencia de Sostenibilidad Energética, asociaciones gremiales de energía, proveedores y empresas energéticas, que probará diferentes sistemas de calefacción eléctrica para generar información sobre las tecnologías más apropiadas, posibles barreras técnicas y las necesidades específicas que van a cubrir.
Si bien es cierto que procesos como la certificación apuntan a un mejor manejo de la biomasa o los bosques, es necesario profundizar en las políticas adoptadas por el Estado y transitar hacia una matriz de calefacción más eléctrica. No sólo es más limpia, amigable con el medio ambiente y genera economías en la cuenta mensual: el país cuenta con recursos naturales disponibles para potenciar esta matriz y una creciente conciencia medioambiental que debe redundar en más y mejores iniciativas para este ámbito.
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