Por: Richard Andrade C. Director de Poderyliderazgo.cl
Resulta increíble que ad portas de una nueva elección presidencial, en pleno proceso de redacción de una nueva constitución, los chilenos debamos observar, casi con resignación, como la relación política y dinero se roba toda la atención mediática en un momento histórico clave para el presente y futuro del país.
Los hechos noticiosos de esta semana han puesto en evidencia algo que todos escuchamos y comentamos a diario en la locomoción colectiva, en la sobremesa familiar, en las conversaciones con los compañeros de trabajo: Chile está secuestrado por el poder del dinero, ese dinero que ha corrompido la institucionalidad de la República y con ello a toda la sociedad nacional.
Hechos para graficar esta realidad sobran… comandantes en jefe del Ejército y generales de Carabineros procesados por malversación de fondos; políticos encarcelados por obtener financiamiento ilegal de sus campañas; empresarios obligados a tomar clases de ética; multas irrisorias a empresas que se coluden para fijar precios en insumos esenciales para la vida de los chilenos; millonarios perdonazos de multas tributarias a grandes grupos económicos; jueces involucrados en casos de cohecho y pagos de millonarios sueldos, por parte de empresas, a funcionarios públicos de alto rango.
Cada una de estas situaciones poseen elementos en común: el dinero, la avaricia y la total ausencia de ética en un reducido grupo de personas que ostentan posiciones de poder casi inalcanzables para el común de los ciudadanos. Empresarios que corrompen y funcionarios públicos que se dejan corromper son los protagonistas principales de esta realidad.
Por lo mismo, la investigación periodística denominada Pandora Papers, que puso de nuevo al Presidente de la República en el ojo del huracán por el constante dilema que existe entre sus negocios y su rol de máxima autoridad del país, no sorprende al común de los chilenos… como tampoco el hecho que el candidato presidencial de la ultra derecha sea acusado en vivo y directo por hacer negocios en paraísos fiscales o que la carta presidencial del oficialismo fuera emplazado por el financiamiento ilegal de una campaña en 2009 por parte de las pesqueras. Parece un cuento de nunca de acabar, mientras la salud, la vivienda, la educación y las pensiones son demandas más vigentes que nunca y, lo que es peor, sin esperanza alguna de solución.
Como sociedad fuimos arrastrados por unos pocos a un abismo que hoy tiene en jaque la institucionalidad del país, los chilenos no confían en las instituciones ni en sus autoridades, existe una sensación de total abandono por parte del Estado. La juventud critica a los adultos, los adultos no respetan a los mayores, mientras los niños crecen conectados a un celular o mueren en el Sename.
Vivimos claramente una democracia fallida, donde se instaló y consagró la impunidad que otorga el poder del dinero, mientras el narcotráfico y la delincuencia avanzan decididamente hasta llegar a nuestro entorno más cercano y afectar directamente a nuestras familias.
Hoy Chile vive cambios profundos, desafíos de talla mayor que nos obligan a denunciar con fuerza la corrupción por más mínima que sea; a emplazar y castigar al político, al empresario que atenta contra el bien público para obtener un beneficio personal.
Por lo mismo, es imperativo que pidamos a quienes aspiran a liderar este nuevo Chile, claras muestras de audacia, liderazgo y transparentar su relación con el dinero y los intereses de los grandes grupos empresariales… es hora de exigir propuestas concretas para hacer frente a las múltiples demandas de la sociedad chilena y terminar con peleas de poca monta que solo son aplaudidas por sus adherentes y fanáticos en redes sociales.
Es tiempo que emplacemos a los liderazgos regionales, a todas y todos aquellos que buscan llegar al Congreso en esta nueva elección, una actitud clara y condenatoria ante los hechos de corrupción y, por sobre todo, a transparentar quienes los financian y apoyan en sus campañas.
Hoy nuestra sociedad requiere de ciudadanos conscientes de su rol en la Democracia y no de clientes solo preocupados de la postventa… para eso es imperativo terminar a la brevedad posible con el yugo del dinero y sus rancios tentáculos en el mundo de la política y la gestión pública, pues lo que está en juego es la esencia de nuestra sociedad.