Por: Manuel Baquedano M. Presidente del Instituto de Ecología Política
La humanidad está atravesando un período muy delicado. En estos días la guerra entre Rusia y Ucrania dejó de ser un conflicto regional y se transformó en uno global que enfrenta de forma cada vez más directa a Rusia y Estados Unidos. Por consiguiente, Europa ha ido adquiriendo un rol cada vez más secundario al igual que la propia Ucrania.
Si bien la gran mayoría de los analistas internacionales estiman que las probabilidades de una confrontación nuclear son mínimas, estos mismos analistas admiten que el riesgo nuclear tampoco es cero. Y es importante recordar que casi todos ellos se equivocaron al sostener que Rusia no invadiría Ucrania… Como dice el analista Dan Sabaagh, “Las amenazas nucleares también están diseñadas para intimidar, pero aún existe un riesgo irreductible de que Putin escale si se siente amenazado”.
El problema entonces es este mismo: que la guerra entre Rusia y Ucrania no ha dejado de escalar. Lo que comenzó como un vil ataque invasivo de una potencia armamentista contra una frágil democracia, hoy se perfila cada vez más como un enfrentamiento directo entre Rusia y Estados Unidos. Si bien la OTAN no está directamente involucrada, algunos países miembros (y el propio Estados Unidos) anunciaron su colaboración con Ucrania y el envío de armamentos pesados y de especialistas de esta misma organización que los sepan operar.
Gracias a los modelos desarrollados para seguir la evolución de la crisis climática, podemos también crear y analizar escenarios que simulan una confrontación nuclear. Esto fue lo que intentamos hacer en una columna de opinión anterior cuando analizamos los escenarios que se abrían para los países del sur como Chile. Sin embargo, este análisis aún no es considerado por los científicos chilenos (a pesar de que ya están utilizando los mismos modelos para simular los efectos de la crisis climática en las distintas regiones).“El problema está muy lejos” parece decir la élite que nos gobierna, pero son ellos mismos los que recurren al argumento de la guerra cuando tienen que justificar la crisis energética, logística y alimentaria que estamos viviendo.
Al igual que lo ocurrido con la pandemia, una confrontación nuclear nos encontraría sin la mínima preparación. Y justamente se trata de dos crisis que revelan el final caótico de nuestra civilización: de un orden social, económico y de gobernanza que dejó de funcionar.
La gente debe saber la verdad por más incómoda que resulte. Estamos entrando en una era de escasez que terminará en un período de sobrevivencia. Si sabemos sobrellevar este escenario tendremos la oportunidad de regenerar la vida en el planeta y facilitar el surgimiento de una nueva civilización. El período de expansión de la actividad humana llegó a su término y comenzamos ahora a vivir un período de contracción.
La situación que estamos atravesando como humanidad es crítica y es probable que el 99 por ciento de la población no lo sepa o prefiera ignorarlo. Aun así, igual necesitaremos políticas de adaptación profunda que nos permitan enfrentar esta transición como comunidad de la mejor forma posible, es decir, de la forma menos caótica.
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