Por: Roberto Opazo. Director Ejecutivo de Khipu
Es muy fuerte que en Chile sólo el 21% de las Fintech tenga a una mujer como fundadora, mientras que en la región el promedio sea de 40%. Y es peor sabiendo que si no se hace nada, tomaría 136 años cerrar la brecha entre hombres y mujeres.
No se trata sólo de un problema de justicia con las mujeres, sino de un problema de bien común. No tengo un estudio que citar, pero en mi experiencia y la experiencia que he compartido con muchos emprendedores hombres, coincidimos en que es sorprendente la cantidad de aspectos en que las empresas mejoran cuando el ambiente de trabajo se vuelve mixto en todos los niveles.
Al partir Khipu, fuimos 2 fundadores hombres y nuestras primeras 2 contrataciones también eran hombres. A pesar de las apariencias, estábamos muy lejos de ser un grupo machista, porque los 4 fuimos educados en ambientes progresistas y, además, estábamos casados con mujeres de muy alto perfil profesional, lo que se traducía en apoyo intelectual y en tranquilidad económica, para poder correr el riesgo de semejante aventura. Bromeábamos con ser unos mantenidos, que podían darse el gusto de jugar al empresario.
Con el tiempo, el grupo fue creciendo y llegamos a ser 11 hombres, antes de contratar a la primera mujer. La lógica era que queríamos contratar mujeres, pero debían llegar igual que como llegan los hombres y pasar por los mismos filtros.
Como en ingeniería la proporción de mujeres es menor -y las que se titulan rara vez elijen ser desarrolladoras-, por simples probabilidades era difícil que creciéramos contratando mujeres y eso llevó a 11 hombres antes de la primera mujer.
¿Es espontáneo o incluso natural que menos mujeres quieran estudiar ingeniería? La pregunta no tiene nada de nueva y la cantidad de estudios al respecto es impresionante.
Si bien hay evidencias contradictorias en varios tópicos, casi todos los estudios muestran que las mujeres manifiestan un interés temprano por la Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemática (STEM por sus siglas en inglés), pero esto baja antes de la etapa universitaria. Y todo indica que la causa es social y cultural, aun cuando no se puede hablar de consenso.
Volviendo a nuestra experiencia en Khipu, en algún momento decidimos informarnos mejor sobre el tema de contratar mujeres y entendimos que era necesario buscarlas más activamente si queríamos mejorar la proporción. Nuestro filtro no cambió en nada, fuimos igual de exigentes al evaluar, pero buscamos de forma que pudiéramos evaluar más mujeres. Y nuevamente se hicieron presentes las probabilidades, pero esta vez favoreciendo a las mujeres por el sesgo introducido en la búsqueda.
Es así como llegamos a contar con 9 mujeres en un equipo en el que ya somos 28 personas.
Como decía, no es sólo un asunto de justicia con las mujeres. El clima mixto se siente distinto y mejor. Siendo similar en lo técnico, la relación interpersonal tiende a un mejor trato, los debates logran una mirada más amplia y hay más voluntad de realizar actividades grupales de sociabilización que cohesionan al equipo y fortalecen nuestro sentimiento de pertenencia.
Resulta contraintuitivo que una empresa busque que su proporción de mujeres sea superior a la proporción de mujeres en STEM, pero tiene sentido, incluso desde el punto de vista matemático. Según el Mapa del Emprendimiento, elaborado por Spain Startup-South Summit, el 58% de las empresas creadas por hombres fracasaron en el último año, contra un 30% de los proyectos iniciados por mujeres.
Creo que la evidencia sugiere que las mujeres que llegan a trabajar en STEM pasan por filtros previos por los que no pasan los hombres y, por lo tanto, la probabilidad de que sean buenas es mayor. No es biológico, es social.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.