Por: Tomás Houdely. CEO de Aintech
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27) terminó en Egipto con la decisión inédita de financiar las pérdidas y daños a los países vulnerables afectados por desastres climáticos a través de compensaciones.
La propuesta no es nueva y viene siendo proclamada desde hace unos 30 años, especialmente entre activistas, ONG y Estados del hemisferio sur. Más allá de las cifras -el Instituto Grantham de Inglaterra cifra las cantidades estimadas en cuanto a pérdidas y daños entre US$290.000 millones y US$580.000 millones anuales en 2030-, como señaló Manuel Pulgar-Vidal, director mundial de Clima y Energía de WWF y presidente de la COP20, “si los países no se mueven más rápido para reducir las emisiones y limitar el calentamiento por debajo de 1,5 °C, el fondo de pérdidas y daños corre el riesgo de convertirse en un ‘fondo para el fin del mundo’”.
La propuesta que Chile llevó a Egipto incluyó que a los compromisos de 2020 -recortar las emisiones de CO2, crear un presupuesto de carbono y alcanzar un peak de emisiones máximas-, ahora se sume el aumento de áreas protegidas en el país en más de un millón de hectáreas, así como la reducción de las emisiones de metano.
Otra buena noticia surgida de Egipto es la importancia de mayores niveles de transparencia. El lema “Together 4 Transparency” busca dar mayor transparencia a la entrega y reportabilidad de la información climática de los países participantes. Y si bien se trata de un estándar mínimo ante el nivel de la crisis energética, esto también debe ser exigible a las empresas.
Las compañías de distinto tipo, en Chile y en el mundo, deben transitar desde la displicencia hasta la apertura de su reportería, pasando por la claridad, la honestidad y lo comprobable y consistente. Lo anterior, especialmente cuando en el Congreso comienza a discutirse una ley que busca impedir el “greenwashing”.
Ya tenemos ONG que entienden el problema y la urgencia por apurar las respuestas. También Estados que, poco a poco, van haciendo más robusta la respuesta. Ahora es requisito contar con empresas que ayuden a revertir esta situación.
En un escenario económico complejo y un 2023 que se avizora difícil, esto es más valioso aún, pues significa que el mandato de las empresas debe superar el ciclo recesivo y apuntar a dar viabilidad a políticas más sostenibles. Es aquí donde se requieren liderazgos fuertes capaces de asumir compromisos reales y medibles.
El cambio de fondo debe venir desde el sector privado y las industrias productivas, y no podemos cambiarlas todas de un día para otro, pues es económica y socialmente imposible. Las soluciones que puedan hacer un gran impacto hoy significan un cambio con soluciones tecnológicas transversales, de manera proactiva y económicamente factibles.
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