Por: Cristina Navarro. Cofundadora y CEO de Bioled
En menos de 30 años, habrá 3 mil millones de personas más habitando la Tierra. Este crecimiento poblacional, en el actual contexto de cambio climático, pondrá a prueba a la humanidad, la que deberá encontrar los mecanismos para alimentar de forma saludable a más de 10 mil millones de seres humanos. Frente a este escenario, debemos volcar nuestra mirada al mar, en el cual la acuicultura -y particularmente la producción de salmónidos- tiene un papel principal en la seguridad alimentaria y donde Chile puede jugar un rol estratégico.
Actualmente, el salmón es el segundo producto de exportación del país, después del cobre, superando las exportaciones de la industria de la celulosa y del vino. A nivel mundial, somos el segundo productor de salmónidos tras Noruega, siendo responsables del 25% de la producción mundial de una proteína sustentable, nutritiva, que menos agua utiliza y menor huella de carbono tiene y para lo cual se utiliza menos del 2% del mar territorial de Chile.
Hoy, el salmón chileno está presente en más de 100 mercados, en países con regulaciones tan exigentes como Japón o Estados Unidos. Esta presencia y desarrollo del sector no es casual, sino que es fruto de un esfuerzo sostenido y permanente desde hace más de 35 años, en los cuales la acuicultura ha desarrollado en el sur austral del país una cadena productiva en la que participan más de 4 mil pequeñas y medianas empresas, y de la que forman parte más de 70 mil colaboradores. Estos esfuerzos han aportado, además, al crecimiento y desarrollo del país y a su descentralización.
Esta consolidación del sector ha generado, también, el desarrollo de un entorno de proveedores de la salmonicultura de clase mundial. Hoy, somos testigos de cómo cientos de empresas de servicios, como la nuestra, atienden a clientes de la acuicultura y llevan sus productos desde el sur de Chile a los mercados más diversos y distantes con soluciones tecnológicas, investigación, desarrollo e innovación, que no serían posibles de no existir este ambiente generado por la salmonicultura, además de nuestra experiencia personal, de abrir espacios para que las mujeres se desarrollen laboralmente.
Por eso, estamos orgullosos del camino recorrido y conscientes de la importancia de nuestra actividad para la alimentación del futuro. Pero también tenemos a la vista nuestros desafíos, que pasan por el compromiso por el cuidado del medioambiente y en pensar en cómo avanzamos hacia la acuicultura del futuro. En esto, la ciencia, la tecnología, el trabajo público-privado y el diálogo entre todos los actores, resulta clave.
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