Por: Diego Cortés A. Periodista
Dependemos de nuestro entorno para la supervivencia, de eso no hay dudas. La comuna de Mariquina es una comuna agrícola y forestal por esencia, que se desarrolla rápidamente pese a que la aprobación del Plano Regulador fue dejado en el tintero. Pero el tiempo pasa y la comunidad campesina ha demostrado ser pujante y organizada para defender un espacio para su comercio, que en un futuro próximo abastecerá a sus vecinos.
Ejemplo de esto es el Mercado Campesino que se afirma estoico en la Plaza de Armas, aun siendo Mariquina una víctima más del déficit hídrico que amenaza a la región, con severos daños a la vegetación, como también a los cursos de agua. Esto, en parte, producto de las obras que nos traen “desarrollo”. Pero damos cuenta de que, pese a este panorama, se ha podido defender la comercialización de productos agrícolas locales y su sostenibilidad.
Ante esta realidad, sea por razones económicas o de convivencia, es fundamental equipar a la comunidad para erradicar situaciones no deseadas, como la falta de agua y energía. Resguardar el derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación, debiese ir aparejado de políticas educativas integrales; tal como se enseña el manejo técnico forestal en las escuelas locales.
La comuna de Mariquina ha demostrado resiliencia, al igual que comunas vecinas como Máfil y Lanco, que encuentran las condiciones para convivir con grandes empresas que depredan su entorno. Por eso, como comunidad regionalista, debemos protegernos de las inseguridades que crean las amenazas al medio ambiente.
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