Por: Tomás Recart. Director ejecutivo Enseña Chile
Recientemente tuve la oportunidad de visitar la región de Antofagasta, específicamente las localidades de San Pedro de Atacama, Caspana, Chiu Chiu y sus alrededores. Pude compartir con equipos directivos, profesores, estudiantes y socios de la fundación.
Y tal como me suele suceder al salir de Santiago, me empapé del cariño de quienes nos abren las puertas de sus aulas, conversar con las comunidades educativas y poner nuevamente en el centro al eje principal de la toma de decisiones: el aprendizaje de los estudiantes.
Según cifras de la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile, hasta 2022 existían 11.216 establecimientos educacionales, de los cuales 3.247 eran rurales. Mi experiencia en diversas regiones del país es que las necesidades de estos establecimientos siguen estando invisibilizadas y fuera del acalorado debate que hay frecuentemente en educación.
En mi trabajo de hace 15 años como director ejecutivo de Enseña Chile veo que las problemáticas de la agenda nacional suelen ser aquellas que sólo afectan a Santiago, los problemas regionales son poco mencionados y, aún más grave, los que aquejan a la educación rural son prácticamente invisibles.
El patrimonio cultural y educativo de estos establecimientos son fundamentales para el tejido social de nuestra vida rural. El aprendizaje de los estudiantes de estas más de 3 mil escuelas es igual de importante y urgente que en las grandes ciudades y no pueden seguir esperando.
Espero que pronto más líderes y tomadores de decisiones conozcan desde el terreno la realidad de estas comunidades, se conecten con el propósito de garantizar educación de calidad a niñas y niños y asuman compromisos en pos de la mejora constante.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.