Por: Bernardita Espinoza V. Ingeniera Civil de la Universidad de Chile
En los últimos días, tenemos la impresión que se ha abierto la caja de Pandora en lo relativo a sucesos de Acoso, Abuso y Violencia Sexual, de modo que creo importante señalar, que estos sucesos han existido siempre, desde que tenemos registro histórico, solo que hoy nuestra sensibilidad se ha desarrollado al punto de notarlos, cuestionarlos e indignarnos, en gran medida gracias a la Ola Feminista, que tanto ha sido cuestionada y denostada, por sus extremismos en los dichos y la forma de protestar. Y doy gracias que así sea. Que nos cause indignación, pues es un paso más para acabar con la Impunidad Social de estos actos.
A la indignación que produjo las denuncias emitidas en contra del cineasta Nicolás López, por sus actos de índole sexual en contra de algunas actrices, actos de notoria grosería y prepotencia abusiva, más allá de si constituyen delitos o no, se sumó una escalada de indignación por mensajes misóginos y groseros emitidos, hace años, por otros personajes, amigos del abusivo, mediante la Red Social Twitter, mensajes que, cabe señalar, en el momento de su emisión no le causaron impacto a nadie.
Y resulta, que, justamente, la defensa de estos personajes, se refiere a mi tema de esta columna, la Impunidad Social de los actos de índole sexual, a causa de un ambiente proclive que los normaliza, mediante la cultura y el lenguaje, y que, en determinadas circunstancias, gatilla actos abusivos de personas que ostentan poder, personas que, en un ambiente en que, dichos actos, fueran generalizadamente mal considerados y castigados con desprestigio social, no los cometerían. Dichos como lo hice o lo dije porque “antes era normal”, hablan de impunidad social.
Y acá hago hincapié, que lo relevante es la sanción social, más que la legal inclusive, pues, como ejemplo, el acoso sexual laboral está tipificado legalmente, mediante la Ley 20.005, promulgada el año 2005, hace ya 13 años. No obstante, el proceso legal es largo y engorroso y difícil de probar, de modo que, durante todo ese proceso, el o la afectada se encuentra expuesto a amenaza, malos tratos o nuevos episodios por parte de quién ejerce el acto de acoso.
A la fecha, existen denuncias ante la Dirección del Trabajo (tanto de hombres como mujeres acosadas), no obstante, esta misma entidad señala que las denuncias no han tenido, por lo general, buena recepción de parte de los empleadores, pues en la mayoría de los casos, el acosador (jerárquicamente superior a la víctima) se entera que fue denunciado ante la Dirección del Trabajo, para evitar el problema despiden a la afectada y el acosador sigue trabajando. Cabe señalar que existen muchos casos de acosos no denunciados, o más bien imposibles de denunciar, porque ocurren en PYME, donde el acosador es el dueño (el proceso de denuncias exige primero denunciar ante el empleador). De hecho, hasta 2018 las denuncias a través de la Ley 20.005, por esta misma razón, eran pocas, este 2018 han aumentado ostensiblemente, en gran medida, precisamente por el tema de mi columna, la disminución de la Impunidad Social, gracias a la Ola Feminista.
De este modo, mientras haya impunidad social, y el acosador sea apoyado por su empresa o institución, por el ambiente y la Sociedad esta ley de acoso sexual laboral y otras que pudieran implementarse, protocolos y de mases, seguirán siendo irrelevantes.
Asimismo, yendo a otro punto relevante que implica impunidad social, que es el miedo a denunciar, la defensa de la Abogada de López, justamente refuerza mi punto respecto de la Impunidad Social de los actos abusivos de índole sexual, centrándose, como durante siglos, en cuestionar a las víctimas, sentándolas a ellas en el banquillo de los acusados.
El primer registro histórico de leyes escritas del que tenemos constancia es el Código Hammurabi, ya en la antigua Babilonia del S. XVIII A.C, este código legal consideraba la violación como un crimen de adulterio por parte de la mujer, y la condenaba a muerte ahogándola bajo el agua. De esos días a hoy, en pleno siglo XXI, la situación de la mujer como culpable de actos abusivos de índole sexual, en esencia, se mantiene.
Es que, aun hoy, la mujer sometida a actos abusivos de índole sexual es cuestionada, analizada y muchas veces acusada de haber provocado dichos actos, por aspectos relativos a su comportamiento, su vida amorosa/sexual e incluso su forma de vestir, los lugares que frecuenta y las horas a las cuales se desplaza. Ejemplos de esta afirmación son la denostación pública a la que fueron sometidas la maltratada Nabila Riffo y la víctima de violación en el caso La Manada, así como cuestionamiento a las actrices denunciantes de López, llamándolas mentirosas.
Y es que, esta notable falta de empatía y comprensión a las víctimas de actos abusivos de índole sexual, ha generado ambientes proclives, en los cuales, basta que un individuo sienta el suficiente poder para infringirlos.
Alguien podría reclamar, con natural indignación, ya me lo han hecho, ¿estás diciendo que los hombres, en un ambiente proclive, seremos potenciales violadores o abusadores? Pues bien, quiero en esto referirme a lo que históricamente ha ocurrido en ambientes de poder ilimitado y/o impunidad total, como las guerras y zonas de conflictos.
En la antigüedad, en la edad media, en la edad moderna y en muchas guerras en la edad contemporánea, los pueblos conquistados han sido sometidos a actos masivos de violaciones y abusos sexuales de mujeres y niños, como instrumento de humillación y sometimiento, así como castigo a los adversarios. Y acá hago un paréntesis para señalar, que, entonces, mayoritariamente, los actos abusivos de índole sexual, no han estado asociados al deseo incontenible que una mujer ocasiona en un hombre a causa de su atractivo sexual o comportamiento, sino que, en cambio, asociados a humillar, someter y castigar.
En este punto, alguien me podría decir: ¡pero eso ocurrió en otros siglos (nuevamente el “antes era normal”), ya no es así!, pues bien, ocurre HOY en zonas de conflicto. Alguien me podría decir que es parte de la guerra, como arma de ataque. Pero no ocurre solo contra los adversarios.
Las Fuerzas de Paz de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), más conocidas como “cascos azules”, son cuerpos militares cuyo objetivo es mantener la paz en áreas de conflictos, brindando además asistencia a quienes lo precisan, pues bien, muchos de ellos están hoy implicados en múltiples casos conocidos de abusos sexuales. Casi dos mil casos de abusos sexuales, perpetrados por miembros de los cascos azules, se han registrado en los últimos doce años en el mundo, incluidos más de 300 casos que implicaron a menores de edad, de modo que algunos efectivos han sido retirados, a causa de las denuncias, pero sin castigo (Impunidad). Cabe señalar, que estos casos, son los conocidos y denunciados, y ya he sido explícita en mencionar que estos actos, normalmente, no se denuncian, pues implican cuestionamiento y castigo social de las víctimas.
Hoy, mientras lees esta columna, hay mujeres y niños refugiados, carentes de medicamentos, pasando hambre, que están siendo sometidos a actos abusivos de índole sexual por quienes debieran protegerlos, en Haití, República del Congo, Sudán, República Sudafricana, etc. Siento el horror de los lectores, pero a ellos les digo, esta gente que comente estas transgresiones, muchos de ellos de fuerzas de Alemania, Dinamarca, Bangladesh, Brasil, Jordania, Nigeria, Pakistán y Uruguay, no son monstruos, son gente que, ante el ambiente proclive: total impunidad, la precaria condición, la vulnerabilidad de las víctimas, la normalización de los actos, ha ejercido estos abusos.
Asimismo, en este momento, mientras lees, existen muchas personas, no solo mujeres, que bajo amenaza de perder su fuente laboral que están siendo sometidos a actos abusivos de índole sexual en sus lugares de trabajo, por personas con jerarquía superior ya sea de su empresa empleadora, o empresas mandantes, personas que tienen razones de peso para no denunciar, ni hacer públicas estas vejaciones.
¿Y por qué? Porque estos actos aún tienen Impunidad Social.
Y he ahí porque creo tan relevante terminar con la Impunidad Social de los actos abusivos de índole sexual, terminar con el constante cuestionamiento y castigo social a las víctimas que se atreven a denunciar, cuestión que empuja a tantas otras a guardar silencio. Terminar con un ambiente que mediante el uso de un lenguaje peyorativo hacia las mujeres y en también en muchos casos, contra los homosexuales, normaliza e incentiva estos actos. Pues este ambiente es proclive, este ambiente alienta a los individuos que ostentan un poder, que les parece ilimitado y que sienten que tienen total impunidad, a perpetrar estos actos, sin cuestionarse siquiera, no solo la legalidad de ellos, sino que su procedencia y adecuidad.
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