Por: Bernardita Espinoza V. Ingeniero Civil Industrial
A principios de semana se llevó a cabo el proceso de elecciones presidenciales democráticas en Brasil, los resultados fueron un 46,4 % de los votos para el candidato de extrema derecha Jair Bolsonaro, mientras que su competidor, el candidato del “Partido de los trabajadores” y sucesor del ex presidente Lula Da Silva (preso por corrupción), Fernando Haddad, obtuvo un 28.8 % de los votos, de modo que ambos van a segunda vuelta, el próximo 28 de octubre.
Bolsonaro, es un excapitán del Ejército, de 63, años y admirador de la dictadura militar (1964-1985), que ha adquirido mucha notoriedad por sus declaraciones de corte fascista, machista y homofóbico, que a muchos han impactado y causado total rechazo. Haddad, es hijo de inmigrantes libaneses, economista de profesión y sucesor del ex candidato y ex presidente Lula Da Silva, a quien la corte electoral de Brasil lo dejó fuera de la carrera electoral y que cumple condena por delitos de corrupción desde Abril 2018.
Los resultados, pueden parecernos sorprendentes, pues nos sorprende que una gran cantidad de votantes haya preferido a un candidato que abiertamente ha justificado la tortura, ha denostado la homosexualidad y ha manifestado posiciones plenamente machistas respecto de la Sociedad y la posición de la mujer en ella.
No obstante, hay que mirar también, qué alternativas ha tenido, en esta elección, el pueblo Brasileño y hacer la proyección a nuestro país de la misma forma. Es que la fórmula del “mal menor” que ha sido el primer diagnóstico, no aplica plenamente, porque más allá del conservadurismo extremo en la esfera de lo moral, Bolsonaro ha hecho propuestas concretas respecto de problemas que aquejan e impactan directamente la vida cotidiana de la ciudadanía como la inseguridad y la delincuencia, la corrupción y el desarrollo económico, cuestiones que, ciertamente, a la ciudadanía le interesa más que el Gobierno aborde, que los temas privados, en los cuales rara vez el Estado interviene directamente.
Hace un tiempo escribí una columna respecto de los resultados un estudio realizado por la Asociación Internacional para la Evaluación del Logro Educativo (IEA), aplicado a niños de Octavo Básico en México, Colombia, República Dominicana, Perú y Chile, respecto de educación cívica y ciudadana, el cual arrojó que un 57% de los niños chilenos estaría de acuerdo con un estado dictatorial, si este conllevara orden y seguridad, mientras que el promedio del resto de los países fue un 69% (https://www.poderyliderazgo.com/hecho-mal-nuestra-democracia/).
Entonces, los resultados en Brasil, son simplemente la proyección de un pensamiento que se está gestando en nuestro continente, en una ciudadanía hastiada, no sólo de la corrupción del poder político, sino que hastiados de ver a nuestros líderes sumidos en luchas por intereses individuales, ideológicos y partidarios, que los ha alejado fuertemente del foco en el progreso, bienestar, desarrollo y tranquilidad de la ciudadanía. Alejados de las prioridades de la gente y sus dolores cotidianos.
Y ese discurso, ese foco, lo ha sabido aprovechar muy bien la ultraderecha, de modo que el discurso extremista de Bolsonaro, queda sumergido ante su propuesta de foco en el futuro y los problemas que importan y duelen en el día a día. Igual estrategia ha estado usando José Antonio Kast, sin ir más lejos, nuestro precandidato de ultraderecha, en eterna campaña, cuyo slogan permanente ha sido que los políticos están preocupados de temas que no importan a la mayoría. Y, bueno, las elecciones de Brasil nos han demostrado que algo de razón tiene.
Justamente, respecto de este punto, durante el mes de Septiembre 2018, fui testigo en las redes y los medios, de una intensa beligerancia de ambos bandos, con mucha intolerancia y polarización, en torno a la UP y el Golpe de 1973, cuestiones de un pasado doloroso, que si bien vale la pena considerar como una parte importante de nuestra historia y sacar lecciones respecto de los resultados de la intolerancia y la polarización, creo fehacientemente, que es necesario superar para que Chile mire al futuro, se proyecte y focalice en los problemas de hoy, y no siga, en cambio, peleando y desgastando energía, por los eventos trágicos de hace 45 años. Esta actitud, esta ira nostálgica que nos aprisiona y no nos deja mirar adelante, no es bien percibida por los votantes. Nos guste o no, la ciudadanía quiere el foco en sus problemáticas reales, no en temáticas ideológicas.
Luego el llamado es fuerte y claro, no podemos seguir dando una imagen de desorden, falta de liderazgo, falta de lineamientos, focalizados en problemáticas de corte ideológico; problemáticas que, si bien pueden ser relevantes, para algunos, no son determinantes para lograr el bienestar del País en su globalidad. Debemos mostrar proyecto claro y concreto, orden y organización, de modo que la ciudadanía no perciba su futuro como incierto, pues la incerteza es una de las situaciones que el ser humano más detesta y rehúye.
Es tiempo que empecemos a escuchar y atender a la gente y nos solo a nosotros mismos y nuestras luchas y cuando digo escuchar a la gente, no es dar tribuna y atención solo a aquellos que espontánea o manipuladamente protestan aparatosamente y tienen cobertura mediática, sino que hacer el trabajo de comprender y entender, interpretar y definir cómo resolver los problemas, reitero, aquellos que afectan cotidianamente la vida de nuestro País y nos impiden lograr ser un país ecuánime y desarrollado.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.