Por: Carlos Cantero O. Geógrafo, Master y Doctor en Sociología. Director del Consejo Chileno de Tecnologías de Información y Comunicación. Académico, conferencista y pensador laico chileno, estudia la Sociedad Digital y la Gestión del Conocimiento. Fue Alcalde, Diputado, Senador y Vicepresidente del Senado de Chile
A propósito de múltiples hechos que sacuden nuestra sociedad, que mantienen en vilo a las más importantes instituciones de la Modernidad y los hechos referidos a temas de conductas reñidas con las buenas costumbres, con la ética y/o con las leyes, observables en Chile, latinoaméricano y a nivel global, que afectan por igual a los actores públicos y privados, bien vale la pena reflexionar sobre la vigencia, valor y certeza de un nuevo concepto que ayuda a entender estos procesos y tendencias emergentes.
Jean Yves Leloup, pensador francés, usa el concepto “normosis”, para señalar que, en nuestra sociedad, hay múltiples procesos que tienen habitualidad, que son fruto de consensos sociales, que normalizan y contagian valores, actitudes y comportamientos reconocidos y validados, los que, sin embargo, tienen consecuencias negativas, destructivas, patológicas, ya sea como daño físico o moral; enfermedad o patologías que incluso pueden llevar a la muerte.
La normosis está en la categoría de la sicosis y la neurosis. Seguir esta línea de reflexión nos permite explicar innumerables enfermedades sico-somáticas y más de la mitad de los cánceres. El ejemplo más recurrente es el referido al consumo de tabaco, consenso social, que por más de medio siglo tuvo una amplia extensión en la sociedad, hasta que se hizo evidente su toxicidad, el carácter nocivo y daño a la salud de las personas. Desde allí concurrieron diversas acciones y actores para la disolución del hábito con un esfuerzo global, que prohibió su consumo en espacios públicos cerrados. Pienso que el concepto constituye una categoría de pensamiento que tiene una utilidad mucho más allá de lo sico-biológico o emocional y su efecto en las patologías en las personas.
Normosis es la normalización de lo anormal, implica habitualidad; consenso social; y, la generación de un daño. Extender su aplicabilidad a la sociedad y el mundo nos permite interpretar unas realidades cotidianas, siendo plenamente aplicable a lo sociológico y extensivamente a los procesos antrópicos, por su capacidad para explicar procesos de gran presencia en la sociedad que emerge, por ejemplo: el desequilibrio ecológico del planeta; casi todas las contaminaciones; el uso indiscriminado de drogas; la automedicación y sus consecuencias; el trafico de influencias, el nepotismo, la endogamia social; la pornografía, los abusos sexuales; la corrupción; el machismo, etc.
En efecto, en diversas dimensiones de nuestra sociedad observamos permisividad, consensos sociales que constituyen hábitos destructivos, normalizados, es decir, una aceptación general y mayoritaria en personas que no reparan en el carácter dañino, anormal o patógeno.
Este proceso de normosis se extiende, contagia o viraliza por nuestra condición de replicadores biológicos, sociales y culturales, proceso que – como enseña la biología- ocurre por selección, variación o herencia, como cuando replicamos a nuestros padres, a nuestros educadores y actualmente los hábitos y costumbres con que se nos pretende manipular desde el neuro-marketing, utilizando medios de comunicación y las redes sociales.
En la sociedad que emerge hay múltiples procesos de masas, hábitos y conductas que son normalizados como habituales y normales, que son tolerados por consenso social y que son inmensamente dañinos no solo en las personas, también en las instituciones sociales y en sus valores, a modo de ejemplo: el materialismo que se expresa en múltiples dimensiones; la corrupción que se extiende transversalmente; el desdén de la política hacia las demandas sociales; el escaso valor del mérito y la experiencia; el despliegue del narcotráfico y el consumo de drogas; el enfoque minimalista de la dignidad de las personas; el extendido consumismo; el escaso sentido de comunidad; el hedonismo o vuelco hacia el placer inmediatista; el debilitamiento de la vigencia de principios y valores tradicionales de nuestra sociedad.
Esta normalización establece esos consensos, viraliza y contagia normas, las que generalizadas se transforman en hábito. Deberemos estar atentos y alertas frente a los emergentes procesos de normosis que tanto daño están generando es nuestra institucionalidad y las propias instituciones, véase la política, la religión, la economía, etc.
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