Por: Manuel Baquedano M. Sociólogo de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica). Fundador del Instituto de Ecología Política
Mientras avanza la crisis planetaria, el agotamiento de los recursos, el cambio climático, la contaminación y la pérdida de la biodiversidad, los partidarios de la sociedad de consumo se defienden y ahora parecen haber descubierto súbitamente que la salvación del planeta estaría en el reciclaje. Sin embargo, nos preguntamos: ¿Qué tan ecológico puede ser reciclar?
Cuando se tomó consciencia del grave problema que estaban provocando los desechos por el consumismo exacerbado, la organización ecologista Greenpeace impulsó la famosa regla de las tres erres de la ecología: “reducir”, “reutilizar” y “reciclar”. En el año 2005 realizó una conferencia dedicada a esta iniciativa donde estuvieron presentes ministros de Estados Unidos, Alemania, Francia, Japón y de otros 20 países más. Durante el encuentro los funcionarios trabajaron para alcanzar un acuerdo que permitiera implementar acciones relacionadas con las tres erres.
Hoy en día, nadie sabe bien cuáles fueron los resultados reales de estas acciones de coordinación internacional y, a juzgar por el aumento incontrolado de los desechos en todo el mundo, podemos decir que los resultados fueron –por lo menos- ineficaces.
¿Qué ha pasado entonces con la regla de las tres erres de la ecología? Simplemente no logró hacer frente al crecimiento de la sociedad de consumo que, por su naturaleza, es derrochadora de recursos al producir constantemente bienes superfluos para la venta. Tanto es así que se estima que el 40 por ciento del total de las mercancías producidas en el planeta no son necesarias. En un artículo anterior nos referimos a la industria de la moda y sus impactantes cifras que señalan que, por segundo, un camión lleno de vestimenta quema o bota su contenido en los vertederos del mundo o que el 40 por ciento de las prendas que se venden jamás se utilizarán. Ni hablar de los envases plásticos: los pronósticos señalan que para el 2050 habrá en los océanos más piezas de plástico que peces.
Lo que ha hecho el mercado es invertir en la práctica el orden propuesto por las tres erres de la ecología. Es decir, hoy en día lo más importante es reciclar y admitir tímidamente que lo que no se recicla -en algunos casos- podría reutilizarse. Sin embargo, de la reducción simplemente ya casi no se habla salvo cuando se trata de disminuir el tamaño de los envases para facilitar la venta de productos por Internet.
No es malo reciclar y por supuesto que hay que hacerlo pero no debemos olvidar que cuando reciclamos es porque ya hemos consumido los recursos utilizados para la fabricación de ese producto y que, además, hemos sido incapaces de reutilizarlo. Como señala el ambientalista Pepe Galindo, por lo tanto, lo que estamos haciendo es simplemente evitar que esos recursos se desperdicien o se pierdan.
De allí que cuando reciclamos debemos reconocer que en cierta medida hemos fracasado en reutilizar la mercancía previamente adquirida y utilizada. Muchas veces esto ocurre incluso a costa de nuestra propia voluntad: la efímera vida útil de los productos es la clave para seguir vendiendo un objeto debido a que nos vemos obligados a renovarlo periódicamente. Esto es así porque el fabricante incluye a conciencia las condiciones necesarias para que el producto se vuelva rápidamente obsoleto. El caso de los celulares es uno de los más alarmantes ya que, por ejemplo, en Chile hay 23 millones de aparatos para poco más de 17 millones de habitantes, lo que nos hace pensar que las guaguas nacen con un celular en la mano.
Si queremos darle una mínima chance de supervivencia a la civilización industrial lo más ecológico es poner en práctica el verbo REDUCIR. Si queremos mitigar los efectos del cambio climático debemos reducir el CO2 que se emite a la atmósfera como resultado de la quema de combustibles fósiles; cuestión que hoy estamos muy lejos de alcanzar. Las cifras demuestran que el 2017 fue el año en el que más toneladas de gases de efecto invernadero se emitieron. En total, las emisiones alcanzaron las 41 mil millones de toneladas. En este mes de mayo de 2018 se marcó un nuevo récord de 413 partículas por millón de CO2 que, sumadas a los otros gases de efecto invernadero, arrojarían una concentración de 491 partículas por millón.
Reducir significa terminar con lo superfluo, simplificar nuestra forma de vida, volver a producir nuestros alimentos, reparar nuestra vestimenta y utensilios, luchar contra los productos de efímera vida útil que convierten en chatarra objetos que podrían ser utilizados por mucho tiempo.
Si reducimos, disminuiremos el impacto sobre el medio ambiente. El reciclaje y la reutilización aunque sean acciones acertadas no solucionan el problema de fondo. Estamos viviendo por sobre los límites que el planeta puede soportar. Lo más ecológico es reducir y comenzar a abandonar la sociedad de consumo que, en su afán de crecer, está destruyendo nuestro planeta.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.