Por: Raúl Bernal Meza, Ph.D. Investigador del INTE. Universidad Arturo Prat
El momento de La Haya está a la vuelta de la esquina. ¿Qué haremos después, como país?
He aquí algunas ideas para enfrentar la situación, sea cual sea el veredicto:
1) Desligar el problema de la demanda y la aspiración boliviana de mar con soberanía de la valoración sobre la Constitución promovida por Evo en 2009. Cierto es que ha habido -y aun los hay- regímenes políticos que han tratado de perpetuarse en el poder mediante una constitución ad hoc. Tal fue el caso de Chile y la Constitución de 1980. Pero la Constitución boliviana de 2009 es la ley fundamental de un nuevo tipo ideal de Estado, el Plurinacional, que se sustenta en una forma distinta de distribución de derechos y autonomías entre pueblos (etnias) y regiones. La velocidad a la cual ésta se esté llevando a la práctica es otra cosa. Lo que no debemos hacer es creer que Evo Morales hizo la Constitución de 2009 para dirigirla contra Chile, perpetuarse en el poder o ambas cosas.
2) Entender que el recurso discursivo de Evo en contra de Chile, desde el punto de vista político, es tan válido como los recursos que otros gobiernos usan, en otros países, incluyendo el nuestro; y no me refiero solo al actual.
3) Que ningún país, por justos que se consideren sus argumentos, puede mantener un relacionamiento vecinal bajo demandas, conflictos o tensiones internacionales de manera permanente.
4) Asumir que una propuesta de solución a la demanda boliviana -un reclamo que continuará, sea cual sea el fallo- está también en las manos o en la decisión de un tercer Estado, al cual por el Tratado de 1929 se le otorgó ese derecho. Esta realidad debe asumirse de manera franca y clara. Todo parece ser que el problema se circunscribe a Chile y Bolivia. Pero ello no es así y ambos países deben aceptarlo para que juntos le planteen a ese tercer Estado la necesidad de dar una respuesta realista; es decir, factible de ser considerada. Los tomadores de decisión de política exterior en Bolivia deben reconocer y aceptar que su vecino y viejo aliado tiene también parte de las posibles soluciones y que el problema no se circunscribe solo a Chile, porque esa parte quedó escrita como consecuencia de una guerra. Pero también Chile debe hacerle comprender a ese tercer Estado que no es un simple observador de un conflicto, diferendo, demanda o llámese como se quiera, entre dos de sus vecinos. Hacer como si no hubiera incidencia de ese tercer país para mantener o construir una relación despojada de temores, objetivamente, no ha dado los resultados esperados. Las capacidades militares desplegadas a uno y otro lado de la frontera son testigos de ello.
5) Por último, y no por ello menos importante, cuando se ve el problema de las relaciones bilaterales chileno-bolivianas desde la perspectiva de los compatriotas, actores sociales, económicos y culturales diversos que desarrollan su existencia en las regiones I, II y XV, entender que ellos no pueden ser condenados, eternamente, a la imposibilidad de construir una relación plena, de cordialidad y cooperación con su vecino boliviano. Hay muchas razones para hacer comprender esto. Pero una sola de ellas hace innecesaria a las demás: la geografía no se puede modificar, salvo que no aspiremos a la paz.
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