Por: Marcelo Diaz. Abogado, Ex Ministro Secretario General de Gobierno

Se ha tornado un lugar común la polémica sobre el candidato Alejandro Guillier -político independiente- y su relación con los partidos que lo apoyan.

Tiene razón el candidato en que los partidos son estructuras propias del siglo XX, pero hasta ahora no ha aparecido nada en el horizonte que pueda reemplazarlos y, que duda cabe, la ausencia de un sistema de partidos políticos sólido es evidencia de déficit democrático.

La paradoja es que en el contexto de la crisis política actual, que golpea con inusitada fuerza a los partidos, se pudo avanzar significativamente en la renovación del marco jurídico que los regula, pero en general éstos han hecho poco para convertir tales modificaciones en verdaderos procesos de renovación partidaria. Más bien, pareciera que han intentado acomodarse a las nuevas normas sin que ello implique cambios de fondos en sus prácticas y métodos.

En muchos casos, ha pesado más la lógica atávica propia de los aparatos partidarios, de modo que éstos siguen siendo, en cierta medida, las estructuras anquilosadas a las que hace referencia el candidato Guillier.

Por eso no resulta paradojal que los partidos se hayan visto seducidos por un candidato cuyo principal atributo -no único por cierto- es, precisamente, su condición de independiente.

Mal hacen entonces quienes desde los partidos que lo apoyan intentan disputarle su sello de identidad, aquello que, en tiempos de crisis, lo hace atractivo a ojos de los ciudadanos.

Alejandro Guillier puede ser ese puente que permita que, haciendo de verdad sus tareas, los partidos puedan reconstruir un mínimo de legitimidad o al menos de capacidad de diálogo con los ciudadanos que son, ninguna sorpresa mediante, en su inmensa mayoría tanto o más independientes que Alejandro Guillier.

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