Por: Gonzalo Prieto Navarrete. Sociólogo y Máster en Medio Ambiente: Dimensiones Humanas y Socioeconómicas de la Universidad Complutense de Madrid. Concejal de la comuna de Alto Hospicio
¿Qué está cambiando?, y ¿Cómo la política se hace cargo de interpretar dichos cambios? ¿Cómo equilibrar desde el mundo hacia la izquierda progresista los temas tradicionales que siguen afectando a la sociedad y los saltos evolutivos de la ciencia, la tecnología que transforman nuestras relaciones sociales y maneras de crear economía? ¿Volverá la ética y la moral a tomarse el centro del debate en profundidad sobre la sociedad que queremos y que se construye? ¿Nos dedicaremos o no a pensar en ello?
Todas estas preguntas son las que me asaltan hoy, y que durante muchos años, pensadores, políticos e investigadores sociales les ha intentado dar sentido. Mi columna tiene como propósito sumarme a una reflexión hacia lo que nos está pasando como sociedad, y de cómo abrimos debate sobre temas que no parecen estar incorporados en el discurso público actual. Aún aguardan por convertirse en trending topic del ágora virtual. Parecen seguir como parotídeas que cuestan se ciudadanicen lo suficiente.
Lo que Zygmunt Bauman ya llamó modernidad líquida, se interrelaciona con los potentes cambios en la tecnología, la ciencia y los cambios en las relaciones de producción. Para decirlo de manera más concreta, tenemos ciudadanos cada día más complejos, que ya no están encasillados en una matriz ideológica como la izquierda y la derecha. Donde la lucha de clases parece estar oculta en otro tipo de relaciones sociales.
La necesidad de ser reconocidos por otros, la dependencia psicosocial de ser parte de una comunidad que ya no necesariamente responde a un territorio en particular, sino a atributos y condiciones de distinción diversa como el grupo del curso, el trabajo, los deportes, pequeñas cofradías que dan sentido, me hacen pertenecer a algo, ya que los arraigos tradicionales han ido perdiendo valor. El viejo club deportivo del barrio, incluso el barrio ha ido perdiendo sentido.
Por qué no pensar que las personas podrían sentirse más atraídas a identificarse con el edificio donde viven, donde los niños se conocen en los espacios comunes más que en la calle. No significa que lo tradicional deje de existir. Podríamos decir también que la estructura es la misma y lo que cambian son sus formas estéticas. Cualquiera de las respuestas para mí, implican que el discurso público sobre la política y la manera de organizar la nueva sociedad no tienen en cuenta estos cambios de paradigmas en diversos niveles.
Me gustaría que muchos vieran el documental sobre el nuevo auto eléctrico de Tesla. Que de nuevo no tiene tanto, se viene desarrollando hace más de 10 años, pero ya es posible verlo en un segmento inicial del mercado automotriz. Ellos cambiaran la forma no sólo de usar vehículos más limpios, sino que parecen ser el ícono al igual que las computadoras de la automatización del trabajo. Son millones los que perderán sus empleos tradicionales, empujando a reconvertir a muchos. Inmediatamente sobre esto nacen dos preguntas para la política actual:
¿Es la educación por la que luchamos el espacio para preparar a nuestras futuras generaciones para que enfrenten la nueva sociedad?
¿Cuáles serán los derechos de los trabajadores que defenderemos? Si las grandes empresas irán reduciendo a los trabajadores por cuenta ajena.
Cuando observamos las cifras de empleo en Chile, nos damos cuenta de que aumenta exponencialmente el empleo por cuenta propia, es decir los independientes, los emprendedores, el empleo informal. El debate tradicional sería empleo de calidad versus empleo precario, con todo lo que ello implica. Pero quién está pensando que lo que está ocurriendo es que la matriz de empleo se transforma, y que el mercado tradicional no es capaz de absorber a esos nuevos trabajadores que no tienen expresión política alguna en los marcos discursivos tradicionales.
¿Qué paso con esos profesionales jóvenes bien cualificados que no encuentran trabajo estable? Las oportunidades del mercado tanto del sector privado como el sector público han exacerbado la subcontratación como estructura productiva, y finalmente hemos creado un mercado de profesionales que trabajan por producto, y que por tanto van desarrollando nuevas formas de entenderse con la sociedad en su conjunto. Los llamados millennials que están circunscritos a una generación determinada, son expresión de ello.
Nuevas formas de producción y relación con el trabajo debido al incremento de la automatización, el avance de la ciencia y tecnología. Una sociedad que defiende valores culturales libertarios, pero liberales en lo económico. Donde la comunidad se expresa más bien en relaciones afectivas y de identidad que en compartir condiciones económicas.
La educación, salud, vivienda, trabajo y seguridad, siguen siendo temas tradicionales potentes de abordar. Muchos de ellos sin avances sustantivos y generando enormes brechas de desigualdad. Pero la política tiene un desafío mayor todavía, que es equilibrar el trabajo para no sólo hacer frente a los problemas de la política tradicional que respondía a una sociedad industrial con estructuras sólidas como las describía Bauman, sino a una nueva sociedad con una estructura productiva diversa, y donde la ciencia y la tecnología van configurando una nueva forma de construir las relaciones que tenemos entre los seres humanos. La tarea es enorme. Tal vez sería pretencioso decir que estamos siendo protagonistas de una tercera era en la humanidad.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.