Por: Carlos Bianchi Chelech. Vicepresidente del Senado y Senador por la región de Magallanes
La política no tiene porque ser oscura, dudosa o de espaldas a la ciudadanía. Tenemos pendiente avanzar en la difusión de cualquier sesión o reunión, clausurar las cocinas, en terminar con privilegios para legisladores y aplicar con rigurosidad los principios de probidad y transparencia con rigurosidad en toda la labor parlamentaria.
“Hoy vivimos tiempos de crisis”, es una expresión respecto a nuestra institucionalidad política desde hace ya un buen rato venimos repitiendo y escuchando. Quizás tanto, que ya nos estamos acostumbrando a “estar en crisis”, como si nos tuviéramos que resignar a que la política “es así” y que no queda otra cosa que aceptar el desprestigio y las malas prácticas como una realidad que no se puede cambiar.
El problema es que este sentimiento de crisis y desconfianza ciudadana hacia la política y las instituciones se ha ido profundizando en los últimos tiempos y con toda razón.
Las investigaciones judiciales comenzadas el año 2014 sobre el financiamiento irregular de la política, permitieron sacar el velo de una oscura forma de financiamiento por parte de ciertas empresas a todos los sectores políticos por igual. Se cometieron al menos faltas tributarias, si no directamente fraude fiscal, para financiar la política. Una situación extremadamente grave que la ley no sanciona adecuadamente, como suele ocurrir con los delitos de cuello y corbata.
No solo eso, también nos hemos percatado que esas empresas que financiaban mediante fraudes tributarios a los políticos, obtenían por parte de algunos de esos políticos especiales privilegios legislativos. Algunos parlamentarios elegidos por la soberanía popular actuaron reiteradamente no en defensa de los intereses de los ciudadanos, sino que beneficiando a las empresas que los financiaban irregularmente. El caso de la ley de pesca y del litio, son solo ejemplos de estas prácticas que, sin duda, son del todo condenables y que han profundizado la crisis de legitimidad y de credibilidad del sistema político que, al parecer, no tiene fondo y no se ven opciones de salir.
Pese a lo anterior, soy de los que creen que no todo está perdido. Lo peor que podemos hacer ante una crisis es acostumbrarnos a ella y resignarnos. Por el contrario, creo que el desprestigio de la política es una oportunidad para iniciar una nueva etapa. La política no tiene porque ser así, oscura, dudosa, de espaldas a la ciudadanía, de negociados pequeños para privilegio de algunos. Tenemos que ser capaces de mejorar la forma en la que estamos viviendo como cuerpo político y como sociedad.
Dentro de esa, quizás, inocente creencia, es que he propuesto un proyecto de ley que busca cambiar “viejas prácticas” en diversos aspectos de la función legislativa. Busco como senador obligarme y obligar a mis pares a someternos a los principios establecidos en la Ley de Bases de la Administración del Estado, de manera que no exista duda que los principios de transparencia y probidad establecidos en dicha ley nos son totalmente aplicables en para nuestra función.
También he propuesto que las sesiones de Comisión, así como cualquier otra que se celebre en el Congreso Nacional, sean públicas siempre y que, además, sean transmitidas públicamente siempre, de manera que la ciudadanía pueda observar en directo nuestras acciones. He llamado a clausurar todas las cocinas políticas.
Por último, he propuesto que el Consejo de Auditoria Parlamentaria deba contar con una plataforma donde sean públicos todos los informes que recibimos por parte de nuestros asesores, y que sea obligación de todo parlamentario el entregar a dicho Consejo todos los informes recibidos.
Los tiempos de crisis son tiempos de oportunidades, decía el mayor sabio científico del siglo veinte. Con esa convicción hago un llamado a todos mis pares a que nos atrevamos a superar este tiempo, haciendo todo un esfuerzo para que podamos mirar der frente a toda la ciudadanía que hoy nos cuestiona y podamos responder con una valiente y decidida voluntad de cambio de nuestras Instituciones, para así poder volver a creer y confiar en nuestra democracia.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.—