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Las Redes de Protección

Por: Carlos Cantero O. Geógrafo, Master y Doctor en Sociología. Académico, conferencista y pensador laico chileno, estudia la Sociedad  Digital y la Gestión del Conocimiento.  Fue Alcalde, Diputado, Senador y Vicepresidente del Senado de Chile


Karadima, no es sólo Karadima. Aquel que se apartó del camino, perdiendo la coherencia de su deber ser, esa miseria humana -en sus abusos y atropellos hacia esa juventud- NO ACTUÓ SÓLO.  Evidentemente contó con una red de otras personas que, con acción, omisión, o complicidad, por años, lo encubrieron.  En Chile hay muchas otras redes de protección, en múltiples sectores, que debemos auscultar.

Pocas veces es más elocuente la explicación para distinguir entre la conciencia y consciencia. Consagrados y creyentes que, con conciencia, es decir, conociendo la bajeza moral y ética, reconociendo lo que estaba bien y lo que estaba mal, fueron obsecuentes y su red de protección.  Otras personas no tuvieron consciencia, es decir, no tuvieron la capacidad para reconocer y percibir el daño que se estaba causando, no tuvieron ese acto síquico por el cual el individuo reconoce, toma conciencia de una situación, en este caso, del daño a jóvenes y a la propia Iglesia.

El país está siendo testigo de una tragedia vergonzosa, el reconocimiento de la decadencia de un importante sector de la iglesia católica que perdió el rumbo hace muchos años.  Un sector que, a pesar de sus degradantes conductas lograron encaramarse a lo más alto de la cúpula eclesiástica, abusando de la propia Iglesia, traicionando principios fundamentales, faltando a la moral católica, dañado la vida de muchas personas. Decadencia valórica de aquellos llamados a ser defensores y promotores de los valores del humanismo cristiano.  Seamos claros, este asunto no tiene que ver con la fe, sino que con una red de religiosos de conductas homosexuales, que pervirtieron y/o abusaron ilegítimamente (e ilegalmente) de esa juventud.  Incluso después que estos se casaron, asistidos por estos mismos sacerdotes, continuaron sus conductas pervertidas.

Digamos lo que constituye un secreto a voces, hay varios Cardenales y Obispos que, a lo menos, deben pedir perdón por su conducta pusilánime.  Han obstruido el flujo de la verdad, han entrabado y obstruido la justicia, han permitido el atropello a la dignidad de las personas, han humillado a jóvenes que se atrevieron a denunciar los abusos.  En estos casos se falta por acción, como autor del abuso o delito y, también, por omisión, por obsecuencia y/o permisividad. Llama la atención la extensión y el largo tiempo de esta situación.  Al extremo de llegar a opacar, incluso, la presencia del propio Papa Francisco, en su visita a Chile, por la acción de las redes de protección y silencio a un Obispo.  Ese Papa ahora en el Vaticano, reconoce el error, enmendando y pidiendo perdón a esas víctimas de abusos por miembros de su Iglesia, lo que le engrandece por su coraje y coherencia.  Mientras tanto los victimarios enmudecen.

La cúpula de la Iglesia Chilena, el conjunto de órganos que la dirigen y gobiernan, Consagrados y Laicos Seculares, incluso comunidades de base, tienen una gran deuda y responsabilidad con la propia Iglesia Universal, con sus comunidades religiosa, con sus principios y valores, con aquellos que le han confiado su fe sagrada.  Se ha faltado a la justicia, decencia, corrección y oportunidad en el hacer.

Digámoslo con todas sus letras y sin eufemismos, aunque incomode.  Se debe limpiar a la Iglesia chilena de esa cúpula pútrida de hipócritas que posan de santidad.  Aquellos que tan caro precio endosan a los dignos miembros de la Iglesia, nobles hombres y mujeres de fe, de valores y religiosidad. Se debe erradicar esas corruptas redes de protección, para dar paso a miembros del clero y laicos seculares, meritorios, correctos,  probos, de trayectoria, ejemplo de vocación, que en la Iglesia católica los hay de gran valer.  Cuando en el cajón unos frutos se pudren, es mejor no ocultarlos ya que el costo será mucho mayor.  Simplemente deben ser erradicadas, con oportunidad y coherencia.  Envío un abrazo fraternal a los que denunciaron, a los consagrados y católicos coherentes y consecuentes que los hay (y muchos), en la conciencia y consciencia que el mal triunfa cuando el bien no se despliega con suficiente energía.


El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.

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