Por: Carlos Cantero O. Doctor en Sociología. Académico, conferencista y pensador chileno
Desde hace unas de décadas, ante la sorna de la izquierda más radical y el desdén de la derecha económica, promuevo el concepto de la DERECHA SOCIAL, que he definido y caracterizado con cierta precisión en diversos documentos[1] y desarrollo en mi reciente libro “CHILE: CRÓNICAS DE UN FRACASO ANUNCIADO”, disponible en amazon.com.
Hoy, ante el colapso político-electoral de la derecha tradicional, verificado en la integración de la Convención Constituyente, como también en la última campaña presidencial, en la que el sector ni siquiera fue capaz de sostener un abanderado propio, diversos actores de la derecha hacen propia la propuesta de la DERECHA SOCIAL.
Esto cobra mayor sentido cuando se comprueba que más de la mitad de los ciudadanos habilitados para votar, no lo hacen. Con la miopía acostumbrada en el ámbito político, se sostiene que esto tiene que ver con el voto, voluntario u obligatorio, otros responsabilizan al sistema electoral. Falta el coraje para asumir responsabilidades propias y el realismo para asumir la desafección, la deslegitimidad y el desprecio que les ha mostrado la ciudadanía.
La democracia es un bien muy importante para la convivencia en la sociedad, la diversidad y el pluralismo. Con respeto a las diversas opciones, mi ideal político es una derecha social, democrática, republicana, de fuerte compromiso ciudadano y de integración amplia hacia el centro político y los Independientes, que con pertinencia y legitimidad permita hablar de la Centro-Derecha-Social.
Desde el retorno a la democracia en 1990, en distintas etapas, el sector se alejó de este ideal, especialmente cuando los “mecenas” compraron la batuta política, asumieron liderazgos partidistas y metieron sus manos en la definición de los candidatos y sus financiamientos. Eso implicó conflictos, divisiones, rupturas, nuevos equilibrios y la emergencia de nuevos referentes y liderazgos. Eso favoreció la anómia y la fragmentación. Se agudizó la brecha generacional y valórica. Los liderazgos verdaderos siguen manipulando desde las sombras a sus operadores.
La transversal hegemonía del dinero en la política, el tráfico de influencias, las faltas a la probidad y la corrupción, alcanzaron su nivel crítico motivando un reventón ciudadano de proporciones, en la que se repudió el estado de las cosas. La fuerza de los hechos sociales, políticos, electorales y sobre todo los judiciales, han terminado por atenuar, aunque no erradicar, los liderazgos (político-mercantiles) que permitieron esos abusos. Con todo, los intentos de polarizar el país están vigentes en la Izquierda y Derecha más radicalizadas (el Centro parece no existir), lo que se refleja con claridad en la gestión de la Convención Constituyente y sus propuestas, cuya estrategia parece ser de fragmentación y segmentación más que unitaria e integradora.
La Derecha está paralizada, impávida y con estrés postraumático, no logra afianzar un sector político moderno, ciudadano y amplio, con políticas públicas de alto sentido social, que apunten a la redistribución equitativa de los beneficios del desarrollo. Durante décadas se desatendieron y degradaron los bienes públicos: salud, educación, seguridad, espacios y servicios públicos, lo que agudizó las sentidas demandas de las grandes mayorías sociales: el centro político, la clase media y los Independientes que siguen siendo invisibilizados.
La élite política rápidamente se acomoda, normaliza su bienestar, pierde contacto con la realidad, deja de andar en el metro, subirse a una micro, no frecuenta hospitales ni escuelas públicas, no visita ni vive en espacios plenos de inseguridad, violencia, delincuencia y droga.
En general, en las últimas administraciones se observa escasa consideración por la experiencia, por la calificación profesional, las competencias técnico-políticas, por el mérito y la excelencia en los nombramientos de cargos públicos. Hay consciencia y crítica nacional respecto de la tendencia a la endogamia social, cultural y político.
También se observa nepotismo, un institucionalizado tráfico de influencias en los cargos de mayor remuneración y una evidente corruptela en las propuestas y concursos del ámbito público y privado. Se ha institucionalizado la escasa experiencia y pertinencia en el curriculum, dando lugar al poder detrás del trono
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.
[1] Revista Occidente Nº 484, de junio del año 2018, página 22 en adelante. Editorial de la Gran Logia de Chile, Santiago de Chile: https://issuu.com/granlogiadechile/docs/occidente484/22 https://www.poderyliderazgo.com/pinera-la-centro-derecha-social/ https://www.poderyliderazgo.com/pinera-la-centro-derecha-social/