Por: María Soledad de la Cerda Etchevers. Autora de Chile y los hombres del Tercer Reich, creadora del twitter @mujeresyciencia
Para la pequeña Greta Thunberg de tan solo 16 años, las cosas no han sido del todo fáciles, pues ha debido soportar burlas y ataques que van más allá de una crítica a su postura sobre el cambio climático. De hecho muchos de sus detractores han llegado a atacar su apariencia física e incluso al hecho de que tenga síndrome de Asperger, un tipo de trastorno del espectro autista.
Resulta incomprensible que sean adultos quienes usen estos argumentos para intentar vanamente descalificarla para tratar de acallar su grito que resuena cada día con más potencia en todo el mundo. Por inconcebible que parezca, tampoco resulta extraño. Basta recordar el caso de Malala, Premio Nobel de la Paz, quien en 2012 sufrió un ataque por parte de los talibanes que rechazaban su llamado de defensa de la educación para las niñas. Ella también recibió y sigue recibiendo duras críticas, incluso por su forma occidental de vestir. Además, en su Pakistán natal se han realizado protestas en su contra, como la que organizó la principal asociación de escuelas privadas del país bajo el lema “Yo no soy Malala“, con mensajes despreciativos hacia la joven a través de las redes sociales.
Tras estas manifestaciones de ira, seguramente se refugian las envidias de aquellos que simplemente no toleran el éxito ajeno, y también las de quienes sostienen una postura negacionista ante el evidente descalabro que está ocasionando en todo el mundo el cambio climático. Ello también pone en evidencia un no querer entender lo importante que resulta que una niña visionaria como Greta levante la voz hoy, y se manifieste contra el daño que le estamos ocasionando al planeta en el que ella y sus congéneres deberán seguir viviendo, cuando probablemente muchos de aquellos que hoy la censuran ya no estarán vivos.
Que su solitaria protesta, la que todos los viernes realizaba frente al Parlamento sueco solicitando políticas a favor del medio ambiente, se haya expandido entre los jóvenes y adolescentes primero a través de Europa, y que luego haya saltado hasta nuestro continente, da cuenta de una juventud consciente que está dispuesta a exigir su derecho de habitar un planeta más sano, y a movilizarse en contra de la dañina herencia que les vamos a dejar en materia ambiental, pues como con justicia señala, “no hay un planeta B“.
Existe sin duda una brecha generacional entre la mirada de los jóvenes y los adultos sobre este tema. Por eso es tan importante que los adultos podamos empatizar y comprender que la amenaza se cierne sobre ellos más que sobre quienes ya somos mayores.
En ese contexto, valoro y agradezco que Greta venga al país. Soy del grupo de adultos que quiere verla en diciembre en la Conferencia de las Partes (COP25) de las Naciones Unidas, que se realizará en Chile, y que anhela fervientemente que los líderes políticos que participarán de este importante evento, puedan escucharla con atención, entenderla y tomar su bandera. Por ella y por todos los que deberán seguir viviendo en un planeta tan o más dañado que el que hoy tenemos.
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