Por: Constanza Jana A. Ingeniera Agrónoma y Doctora en Mejoramiento Genético en Hortalizas. Investigadora de INIA Intihuasi
Chile es el país de Sudamérica que más basura genera, con un promedio anual de 456 kilos por habitante. La cifra, incluso, puede ser conservadora, pues existe una cantidad no determinada de desechos en basurales clandestinos.
En el ámbito local, la Región de Coquimbo cuenta con nueve vertederos, entre municipales y privados, y la conurbación genera 230 toneladas anuales de basura. Esto significa 12 megas de energía por combustión, de acuerdo a un estudio realizado, en 2018, por la Corporación Regional de Desarrollo Productivo (CRDP).
La semana pasada, Coquimbo protagonizó el fin de una huelga de trabajadores-recolectores por sueldos impagos, y las cifras son millonarias –y un dolor de cabeza– para los municipios cuando de retiro de basura se trata. Pero, estamos perdiendo más del 50% de la basura, ya que la deposición de desechos que generan nuestros hogares corresponde a materiales “orgánicos”, es decir, de origen vegetal o animal y, que después de un proceso de descomposición, puede convertirse en compost o humus.
Mientras el primero, mezcla de residuos orgánicos descompuestos, sirve para mejorar el suelo donde crecen las plantas, el segundo, se origina por acción de la lombriz roja californiana (Eisenia foetida) y puede ser utilizado como biofertilizante.
¿Cómo hacerlo?
Algunas de estas lecciones son transferidas a más de 50 personas que asisten, cada semana, al Centro Regional de Investigación de INIA Intihuasi, como parte de un proyecto para habilitar huertas urbanas con residuos domiciliarios. La iniciativa, financiada por el Gobierno Regional de Coquimbo, explica que cada vez que se cocina, por ejemplo, hay que separar los desechos orgánicos –toallas de papel (cuando no se usan con detergente); servilletas; cáscaras de huevo; bolsas de té (sin la cinta que generalmente es plástica); la borra del café, entre tantas otras– al disponerlas en un recipiente tapado, pero donde ingrese aire, se puede mezclar con restos de poda del jardín, cenizas y pasto seco.
Agregando aserrín, trozos de papel o cartón molido se eliminan los olores y en ningún caso se debe usar guano de perro, gato o humanos para evitar enfermedades, ni verduras cocidas, trozos de cualquier tipo de carne, plásticos y vidrios. Una vez a la semana, la mezcla debe darse vuelta y humedecer, si lo requiere. Cuando ya no tenga olor y adquiera un color tierra, está listo.
Nuestro compost o humus podemos reutilizarlo para nuestros jardines, macetas o incluso ser un negocio, dependiendo de la cantidad de desechos orgánicos se genere al día. Así, ayudamos al ambiente, pues además cae la cantidad de bolsas plásticas semanales que disponemos en el basurero; mantenemos un espacio más limpio y ahorramos en tierra de hoja, para aportar a nuestro jardín. Sí en Chile cada persona usa 200 bolsas plásticas al año, podemos llegar a la mitad ¡Con esta simple técnica!
Y un último consejo: si puede separar los restos, pero no tiene tiempo para hacer compost o humus, es dable mencionar que existen emprendimientos en el país que, por un costo bajo, retiran sus desechos orgánicos y se los llevan después convertido en materia orgánica. No hay excusa para NO empezar.
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