Por: Máximo Quitral R. Académico de la UTEM
En los últimos meses se volvió a abrir el debate sobre la precaria realidad de la salud mental en el país. Ya en el 2012 los psicólogos Álvaro Jiménez y Esteban Radiszcz realizaron una especie de radiografía sobre la salud mental en Chile, entregando importantes datos estadísticos que confirmaban su idea inicial: la presencia de un grave malestar social asociado a temas de enfermedad mental.
En aquella columna los especialistas dejaron al descubierto la nula preocupación del Estado por mejorar la salud mental de los chilenos, agregando que “Chile no es sólo el país que menos gasto fiscal destina a salud entre los países de la OCDE, sino que además es uno de los que tiene mayor gasto privado en salud” (CIPER, 2012).
Junto a esto, los autores afirmaron que Chile era uno de los países que más privatizada tenía su salud y esa realidad afectaba directamente a los más pobres.
Algunos especialistas, como Eugenio Olea del Hospital Clínico de la Universidad de Chile, también coinciden con los investigadores anteriores, que el Estado chileno no se ha preocupado del todo en la materia y observa una escasa cobertura a las patologías asociadas a cuestiones mentales.
Postura similar manifestó Alberto Larraín en julio de 2019 en un diario de circulación nacional, donde enfatizó que Chile estaba viviendo una verdadera crisis sanitaria, la cual se traduce en estudiantes agobiados por la carga académica, el aumento de los suicidios en los más jóvenes, pero sobre todo en los adultos mayores. Además, se observa el crecimiento de la depresión en niños menores de seis años. Si a escala global la depresión en este grupo de niños no supera el 5 por ciento, la realidad nacional la supera, situándose entre un 12 y un 16 por ciento (EMOL, 2018).
En esta misma línea, la Revista El Sábado del Mercurio (2019) en su reportaje sobre el suicidio en Chile, consigna que durante la última década hubo, en promedio, un suicidio cada cinco horas, mayoritariamente hombres (cerca del 80 por ciento), siendo Fiestas Patrias y Año Nuevo el momento elegido para suicidarse.
Si bien comparto las explicaciones dadas por los especialistas, esta columna enfatiza en que el sistema capitalista es el principal responsable de la profundización de la crisis mental que ha experimentado el país en los últimos años.
Al sustentar Chile su modelo de producción sobre la base del capitalismo, lo que ha ocurrido es que se ubicó al individuo al servicio de la economía y no a la economía al servicio del individuo. Como el capitalismo se caracteriza por la explotación del individuo y la competencia entre ellos, el resultado es que se ha desarrollado una valoración superior a las cuestiones materiales por sobre las cualidades personales, se nos ha convertido en sujetos aislados socialmente, afectando con esto la construcción de vínculos societales.
Al dañar ese vínculo, también se rompe la cohesión social, la cual ayuda a sostener episodios depresivos y de soledad tan recurrentes en una sociedad de mercado. No basta combatir esa soledad social con un consumo personal irracional, pues las relaciones personales son irremplazables por un fetichismo pasajero. Lo que se necesita en estos casos es fortalecer las redes de apoyo social y familiar para contener a los sujetos agobiados mentalmente, encontrando en el Estado un actor fundamental en esta dirección.
Poder terminar con la delicada situación mental que aqueja a Chile requiere de un cambio estructural al modelo económico imperante y de una política pública de salud que incorpore a la problemática mental como un tema relevante para el devenir histórico del país.
Si el Estado no asume que la salud mental es un tema que interfiere en la estabilidad social y emocional de un país, se seguirá profundizando la soledad social y continuarán aumentado los cuadros depresivos. Dejarle la solución de estos temas sólo al capitalismo se constituye en un error voluntario, pues su preocupación no radica en el bienestar del individuo, sino que su apuesta va por el aumento de la riqueza de unos pocos a costa del sufrimiento de muchos.
Es esta realidad la que se debe atacar, de lo contrario, continuaremos manteniendo al suicidio como una de las principales causas de muerte en Chile.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.