Por: Andrés Carey. Abogado
Un mundo cada vez más globalizado y en constante cambio puede hacernos perder la noción de lo rápido del devenir de los aspectos a los que debemos poner más atención. El momento es ahora, por ejemplo, para sentarnos a discutir sobre cómo las tecnologías están transformando los modelos de negocios, las energías renovables o la brecha digital. Los procesos que ocurren en estos ámbitos no van a pasar en 20 o 30 años, sino que hoy.
Por ejemplo, la cantidad de tiempo que usamos para aprender lo básico de algo está disminuyendo enormemente. Y en contrapartida, aumenta la cantidad de tiempo libre que tenemos para poder innovar. Con un movimiento más dinámico de capital, hoy existen más recursos disponibles que en cualquier otro momento de la historia de la humanidad para crear millones de startups.
La evolución es inminente como un cambio de proporciones. Y para eso, América Latina tiene una gran oportunidad, con más del 40% de población menor de 29 años y un ingreso a la educación superior que crece cada vez. No sólo se trata de una tremenda oportunidad educativa, sino que en torno a la innovación. Hoy un genio con una gran idea no se pierde en un pueblo donde no puede crecer: está conectado y puede crecer y crear.
Construir un mejor país requiere pasos que ya se están dando en otras direcciones. Por ejemplo, Chile firmó un acuerdo con el puerto Rotterdam (Países Bajos), el más grande de Europa, para exportar hidrógeno verde. Con esto, Chile podría convertirse en un referente global en la industria del combustible del futuro.
Por otro lado, la educación digital debe garantizarse desde la primera infancia, permitiendo a niños y niñas desarrollar las habilidades que necesitamos en el siglo 21, las que van de la mano con la colaboración, creatividad, empatía y autoconfianza. Disminuir esa brecha es fundamental y requiere de un acuerdo social y de una alianza público-privada.
En esta nueva revolución industrial, tecnológica y de nuevas energías, nuestra forma de trabajar cambió y tenemos que adaptarnos. La pandemia y sus consecuencias nos obligan a priorizar lo que necesitamos, tanto a nivel personal como empresarial, y hemos aprendido que lo que va a pasar el año que viene está más allá de toda predicción, porque el mundo avanza más rápido y, muchas veces, nos enfrenta a coyunturas que no podemos avizorar.
Nuestra nueva Constitución debe ser el espacio donde discutir cómo vamos a insertarnos en este escenario cambiante, que va a organizar la vida social y política del país por las próximas décadas.
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