Por: Giovanni Calderón B. Director Ejecutivo de la Agencia de Sustentabilidad y Cambio Climático
En menos de 20 semanas, se realizará en Chile el evento de negociación ambiental y climática más importante del mundo. La COP25 será la instancia en que representantes de los 197 países parte de la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático, se reunirán a negociar el reglamento para la aplicación del Acuerdo de París, firmado en 2016 y que comenzará a regir en 2020.
La gran tarea pendiente que deberá concluirse en Chile, es la implementación del Artículo 6º del Acuerdo de París -para muchos el más importante del Acuerdo- que regula el mercado de carbono, es decir, el mecanismo a través del cual los países podrán intercambiar instrumentos financieros que representan reducciones de emisiones de gases efecto invernadero.
El desafío de Chile será lograr que los negociadores construyan un mecanismo lo suficientemente robusto como para evitar el doble conteo de las reducciones de emisiones y que las mitigaciones logradas en virtud de la aplicación del Protocolo de Kioto tampoco sean contabilizadas dos veces en el nuevo sistema, de manera que las reducciones que se transen correspondan a nuevas acciones de mitigación.
Chile y el resto de los países que son parte del Acuerdo de París, deberán actualizar sus contribuciones a las reducciones de emisiones y el mundo científico espera que todos aumenten sus compromisos, para alcanzar la meta de control del aumento de la temperatura global.
Tal como lo ha planteado la Ministra de Medioambiente, Carolina Schmidt, este año el desafío es aumentar la ambición, terminar la negociación y entrar derechamente a la etapa de implementación de lo acordado.
Pero para avanzar, verdaderamente en la solución del problema, todos los países deben incrementar sus acciones de mitigación y adelantar el cumplimiento de sus metas.
Es evidente que este desafío no puede recaer solo en los países en desarrollo, sino muy especialmente en aquellos con mayor impacto y niveles de emisiones como Estados Unidos, Arabia Saudita, China e India.
Como antesala a la COP25 y para encender aún más las alertas, el Panel Intergubernamental de Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC), un organismo científico integrado por expertos de todo el mundo, revelará en septiembre otro informe enfocado esta vez, en criosfera y océanos, un diagnóstico en línea con el llamado que Chile realizará al mundo con esta “COP azul” enfocada en el cuidado y protección de los océanos.
El mar, que es un gran captador de CO2, ha pagado un alto precio por ello, aumentando su acidez y temperatura de manera sistemática.
El océano debe jugar un papel fundamental en la mitigación y reducción del CO2 atmosférico, por ejemplo, a través de sus ecosistemas de carbono azul, que se encuentran entre los hábitats más amenazados del planeta, lo que hace urgente que los países tomen acción, generen políticas, planes de restauración y conservación más intensos.
Los ecosistemas de carbono azul, como los manglares, no sólo son importantes sumideros de CO2, sino que también representan una importante protección costera frente a emergencias naturales como los tsunamis, por lo que su conservación y restauración se hacen más necesarias que nunca.
La posición de Chile ha sido clara: la ciencia no se negocia… y el planeta tampoco. Como dijo la joven activista sueca, Greta Thunberg: “No tenemos un planeta B”, las decisiones que afecten el futuro, se toman hoy, la urgencia es ahora y todos estamos llamados a actuar ante esta emergencia climática.
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