Por: María Consuelo C. Educadora de Párvulos y Psicopedagoga de Fundación Liderazgo Chile
Desde que la pandemia llegó a nuestras vidas, hemos tratado de entender, mantenernos informados, adaptarnos, resolver problemas y seguir adelante. Pero muchas veces hemos perdido de vista a esos pequeños niños y niñas que nos rodean, que debieron cambiar sus rutinas habituales de la noche a la mañana, sin entender bien lo que pasaba.
A nuestro lado hemos tenido infantes que han sufrido de estrés al igual que los adultos, pero ha pasado desapercibido y, más difícil aún, han tenido que hacer frente a todo sin tener las herramientas necesarias, debido a la etapa de su desarrollo madurativo que aún no les permite entender y lograr gestionar todas aquellas emociones que los inundan día a día.
Si bien en este período han quedado de manifiesto muchas carencias de nuestra sociedad, una de las más grandes y más importantes ha sido el contar con una adecuada Educación Emocional, a todo nivel. Ya sea como profesionales, jefes, compañeros de trabajo, amigos, familia, docentes y -más aún- como padres y madres.
Hoy, más que nunca, debemos transmitir la importancia de una Educación Emocional, esa que se vive y practica en forma transversal; esa que se debe incluir en todo centro educativo, a todo nivel; esa que pasa a ser nuestra responsabilidad hacia nuestra descendencia desde que pensamos en ser algún día padres y madres; esa que es responsabilidad de todos y cada uno.
Este camino de incertidumbre y constante aprendizaje que nos ha traído la pandemia no ha terminado y -sin duda- nos seguirá presentando desafíos a los que como adultos seguiremos enfrentando. Pero no podemos seguir ignorando las necesidades de nuestros niños y niñas. Ellos nos necesitan, no sólo en presencia: Ellos nos necesitan en cuerpo y alma.
Debe ser nuestro compromiso primordial encaminar a nuestros niños y niñas en este viaje de descubrimiento de todo aquello que les pasa en su interior frente a los hechos que se suscitan. A conocer sus emociones y, en base a este conocimiento, lograr gestionarlas de una mejor manera, adquiriendo herramientas que serán pilar fundamental de su ser para toda la vida. Por ello:
– Guíalos para que descubran qué emoción están sintiendo.
– Comprende lo que les pasa, ponte en su lugar, desde sus capacidades, desde su visión de niño/a y descubre las razones de lo que están sintiendo.
– Enséñales a expresar sus emociones, valídaselas. No hay emociones malas, todas tienen un propósito.
– Enséñales a utilizar sus emociones de forma positiva. No queremos cambiar lo que sienten. Deben vivir todas y cada una de sus emociones, pero les ayudaremos a cambiar ciertas conductas asociadas a éstas. Recuerda que, quizás, hasta ahora era la única forma que sabía y tenía para manifestar esa emoción.
– Muéstrales alternativas para solucionar sus conflictos cuando no puedan resolverlos por sí mismos, pero sin imponerles tus decisiones. Deja que la solución final nazca de ellos.
– Sobre todo, dales mucho amor, comprensión y empatiza con sus emociones.
Sin duda, y si todo sigue como hasta ahora, la pandemia está en una recta final. Pero no sabemos qué tan larga sea. Nuestros niños y niñas deberán lidiar con sus expectativas frente a lo que viene y la mejor forma de ayudarlos será nutriéndolos y fortaleciéndolos emocionalmente.
Nunca olvidemos que niños y niñas nos están observando constantemente y evalúan qué tan peligroso es el entorno, según nuestras reacciones. Seamos un ejemplo hacia ellos y preocupémonos de nutrir y sanar nuestro mundo emocional para entregar el mejor reflejo ante nuestros hijos e hijas.
El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la visión ni línea editorial de Poder y Liderazgo.