Por: Alfonso Sánchez D. Presidente Cámara Chilena de la Construcción, sede Calama
La minería metálica regional se está consumiendo y degradando más rápido de lo esperado, se puede ver en la evolución de los niveles de producción y la inversión en exploraciones en minería. Resulta preocupante la caída o la baja en la exploración greenfield, es decir, aquella que se realiza desde cero, ya que esta nos hace dudar sobre la capacidad para crecer en veinte o treinta años más, habiendo capacidad y potencial geológico.
El informe de producción de cobre 2022-2033 de la Comisión Chilena del Cobre (Cochilco) destacó que si bien los resultados obtenidos en la proyección de producción esperada de cobre del periodo 2022-2033 muestran un crecimiento respecto de la producción real de 2021 de 17% es bastante menos a las proyecciones realizadas en años anteriores. Es más, agrega, esto responde a que mucho de los proyectos importantes en la próxima década, no han avanzado en sus ingenierías ni en la preparación de líneas bases medioambientales durante los años de pandemia.
Asimismo, la agencia estatal recalca que actualmente, existen 32 operaciones activas a 2021, mientras que para 2033 se espera que de estas solo 19 estén operativas, de las cuales 8 tendrán proyectos de expansión, mientras que el resto serán reemplazadas por 3 proyectos de reposición y 17 nuevas iniciativas, totalizando 39 operaciones de producción de concentrados.
Hacia el 2033 se prevé el cierre de casi 14 operaciones hidrometalúrgicas, quedando hacia fines del periodo de análisis 20 operativas, 9 pertenecientes a la gran minería estatal y privada, más las 6 operaciones de Enami y 5 operaciones de mediana minería.
Pareciera que no hay recambio con proyectos para el futuro. Estamos ante un deterioro de la minería metálica regional y nacional que viene manifestándose hace rato y pareciera que pocos reparan en ello con la fuerza necesaria.
La percepción de que algún día se acabará el Cobre ya no es algo tan lejano dejado a la suposición. En una década más estaremos produciendo 420.000 toneladas de cátodos (71% menos que hoy) contra 6.200.000 toneladas de concentrado (46% más que hoy).
Claramente no es lo mismo para nuestra economía vender cátodos que vender polvo, la diferencia en el precio es enorme y afectaría los ingresos de la región y el estado de Chile. Todos sabemos que en el concentrado se nos van otros minerales como plata, oro, molibdeno y tierras raras entre otros que no pasan por el control de aduanas.
Tanto concentrado debiera hacernos trabajar urgentemente en la pronta construcción de plantas de fundición de clase mundial incorporando tecnología de punta y amable con nuestro medio ambiente, aunque algunos digan que son teorías sesenteras propia de los fumadores de opio, si vamos a vender materias primas que sea la más elaborada para lograr el mejor precio de venta. El tipo de fundición que tengamos hará la diferencia.
Con mayor razón deberíamos estar pensando la región de futuro de manera seria y responsable, pensar en la diversificación de nuestra malla productiva con proyectos que de verdad muevan la aguja del PIB regional. Un proyecto portuario de giga proporciones y la logística asociada podría ser una solución.
También, se espera el desarrollo de exploraciones greenfield que permitan la inversión en nuevos proyectos mineros y así aumentar la producción en las próximas décadas, las que son tan necesarias para la innovación tecnológica tan requerida para luchar contra el cambio climático. Dice el tango que veinte años no son nada, pues diez son la mitad, estamos así de cerca del comienzo del fin.
El desarrollo económico, productivo y social, sustentable y sostenible de nuestra región hoy no solo debe ser una prioridad, sino que debemos asumirlo como un deber de todos, pero para ello debemos romper los paradigmas, dejar de lado los protagonismos y las visiones partidistas, impulsar la innovación en el pensamiento y sobre todo renovar, despertar o remecer nuestros equipos trabajo.
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